Aquafresca, Navarro y Beto.
Dos puntos de treintaiseis son los que ha sumado el Sevilla en sus doce últimos desplazamientos. Y así, claro, no se va a ningún sitio. Ya le puede ganar en casa al Real Madrid o al Bayern de Munich, que sin sumar fuera no hay manera de poder superar esa décima plaza, y gracias, por la que lleva merodeando casi toda una vuelta completa, pues la última vez que estuvo más arriba (7º) fue tras ganar el derbi al Betis, al que ha de visitar en su próxima estación de penitencia fuera de casa.
Emery, como antes Michel o Marcelino, ya no sabe qué hacer. Ayer puso a Navas de extremo izquierdo y a fe que el palaciego, una vez más, fue el mejor de su equipo y el que más peligro creó sobre el marco de Munúa. Pero precisamente ahí radica uno de los grandes problemas de este Sevilla, pues parece que Navas tuviera que hacerlo él todo, y para el gol no está especialmente dotado. El martes se cumplirá un año del último que marcó y en ese lapso, si no aparece Negredo, malo. Y ayer las apariciones del vallecano fueron para fallar goles cantados, un par de ellos al menos. Babá, que jugó 40 minutos, ni eso.
Pero el problema del Sevilla no es solo de gol, es de actitud y complacencia. Su medio campo ayer, Maduro y Kondogbia, fue un coladero, y su fragilidad en defensa, la ya habitualmente conocida por todos. El Levante, plagado de bajas, le ganó con justicia. Nada que objetar. Así no hay nada que hacer. O sí: quedan nueve partidos y habría que ganarlos casi todos.
