Primero descendieron al centro de la Tierra y luego se elevaron a los cielos, para pasar cuatro noches al raso en lo alto de un puente que debe de haberles puesto al borde de la pulmonía. Alpinistas y espeleólogos, los okupas de Casas Viejas no se dan por vencidos en su combate por acaparar la atención pública y anuncian que proseguirán con sus deportes de riesgo. Da igual que la batalla esté perdida de antemano y que las apisonadoras calienten rodillos en torno al Pumarejo: esto de la fama mediática provoca adicción y lo que importa es que hablen de uno, aunque sea bien. ¿Lo próximo? Quién sabe. Todavía quedan el paracaidismo, el puenting y la cuerda floja.
