La mañana comenzó agitada en la avenida de Extremadura, una de las arterias principales de Santiponce. La sucursal de Caja Rural acababa de abrir sus puertas y ya había clientes en el interior cuando dos motoristas entraron sobre las 8.15 horas sin quitarse los cascos y a punta de pistola gritaron aquello de “esto es un atraco”. No hubo heridos ni daños personales. Según la Guardia Civil, el botín supera los 20.000 euros. El instituto armado busca aún a los atracadores, que lograron escapar pese a que varios vecinos salieron tras ellos.
Es el caso de Juan González, que como cada mañana estaba desayunando antes de ir a su trabajo en el bar El Barranco, situado justo en frente de la sucursal y uno de los pocos establecimientos que estaban abiertos a esa hora.
“Al oír los gritos cogí mi coche y salí detrás de una moto pero en la rotonda giré para tirar por la autovía, por detrás de la feria, para cortar camino a ver si los veía, pero no vi nada”, explica Juan, que reconoce que no sabía que los atracadores iban armados cuando salió tras ellos pero pensó en “ayudar”. “Ví salir al director de la sucursal, que lo conozco, y a unos cuantos más y salí a ver si veía algo. Si se puede ayudar, siempre es mejor aunque nunca se sabe como va a reaccionar uno”, admite. “Otro compañero que estaba dentro del banco con su mujer también fue detrás de ellos con su coche por la calle Real y por lo visto le enseñaron la pistola y le dijeron que se fuera para atrás o disparaban así que se volvió”, relata Juan, al que ayer en el bar todos apelaban, con cierta guasa, Torrente. En el local había en ese momento unos ocho clientes, según el encargado, y “se armó cierto revuelo” porque al oír los gritos salieron a la calle pero no vieron a los atracadores.
Nadie les vio la cara. A mediodía, la sucursal de Caja Rural, en el número 186 de la avenida, permanecía cerrada al público aunque dentro se encontraban los trabajadores y el director, José Manuel Ortega, que solo accedió a explicar que en el momento del atraco “había seis o siete personas dentro” y que en ningún momento los ladrones se descubrieron el rostro, por lo que ahora las pesquisas se centran en revisar las cámaras del banco para tratar de obtener pistas. También confirmó que no había cómplices esperando fuera sino que fueron dos las personas que entraron en el banco, perpetraron el robo y huyeron en una moto. Según Juan González, la motocicleta en cuestión era “tipo scooter, de 125”.
La investigación corre a cargo de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Comandancia de la Guardia Civil de Sevilla. Los agentes llegaron poco después del atraco y activaron el protocolo habitual en este tipo de casos y desplegó un dispositivo de cierre en las carreteras limítrofes para tratar de localizar a los ladrones. La temprana hora del atraco hizo que muchos vecinos de la zona ni siquiera se hubieran enterado. Establecimientos próximos como el estanco que está justo al lado de la Caja Rural, la farmacia o la administración de loterías de enfrente aún no habían abierto, por lo que fueron los propios clientes y el boca a oreja de los vecinos quienes informaron a los dependientes.
Sí estaban ya trabajando en la panadería de la misma calle pero según relata su responsable, Carmen, “no vimos nada”. Algunos de los clientes que se encontraban en ese momento en el banco prosiguieron tras el susto con sus compras, entre ellas, el pan. Por ello, los rumores sobre el atraco y el botín –pues el director de la caja rehusó dar datos y solo la Guardia Civil ofreció una estimación–fueron constantes durante la mañana. “Algunos dicen que se llevaron más de 90.000 euros, el dinero que tenían en caja para pagar a los pensionistas que iban a cobrar”, explica Carmen.
Se da la circunstancia de que la manzana en la que se encuentra la Caja Rural atracada hay varias sucursales de otras entidades bancarias en pocos metros. Prácticamente enfrente está La Caixa y a unos metros Cajasol. En ambas, la actividad era la habitual y estaban llenas de clientes a los que el susto no pareció retraerles de ir al banco