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Siempre he pensado lo que se debe sentir cuando, de manera definitiva, por razones de salud o de edad, se deja de salir de nazareno.

el 15 sep 2009 / 00:27 h.

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Siempre he pensado lo que se debe sentir cuando, de manera definitiva, por razones de salud o de edad, se deja de salir de nazareno. No me refiero a quienes de manera eventual dejan de vestir la túnica por compromisos profesionales, por motivos puntuales de salud o por el simple gusto -que particularmente no entiendo ni comparto- de "verla en la calle".

Me refiero a quienes, como un servidor, no conciben que el día de la salida no integren el cortejo penitente de su hermandad. Aquéllos que, tras varias décadas de cita puntual con la cofradía, un buen año comprueban con tristeza que ya no pueden, que sus fuerzas no le permiten cumplir cabalmente con la estación de penitencia. Aquéllos cuya túnica, esa compañera de soledades, quedará para siempre guardada esperando, posiblemente, la última y definitiva estación, la que le lleve junto a la mirada de su Cristo y junto al regazo de su Virgen.

Supongo que en el primer año que eso ocurra será duro, muy duro, ver que esa tarde o esa noche no seguirán a la Cruz de Guía que tantas veces guió sus pasos nazarenos. Será igualmente duro ver cómo sus hijos, o sus nietos, se despiden camino de la capilla en una comitiva que él siempre encabezó. Y algo de ellos se irá con las imágenes de su devoción cuando éstas se pierdan en la distancia de la calle y ellos se queden en la soledad del templo, acompañados tan sólo por un sinfín de recuerdos.

Sean estas líneas un pequeño y sentido homenaje a todos los que, con su perseverancia, mantuvieron vigorosas nuestras cofradías a los largo de los años. A quienes consumieron su vida -como se consume la cera de nuestros cirios- al servicio de una hermandad que ya no verán en la calle bajo la sevillana celosía de un antifaz. Quienes, aún no saliendo, están allí, junto a "sus" nazarenos porque su presencia es sentida y su huella imborrable. A quienes no necesitan de la túnica para ser y sentirse nazarenos, que algunos hasta se les nota en su manera de andar. A quienes volverán, cuando todo se haya consumado, a esa otra cofradía, silenciosa del día a día.

Va por vosotros.

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