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Ave, Antoni, fructuri sumus

Pomposo y latino título para una no menos dilatada gestación de la que fue elección del pregonero y que tuvo al fin su complicado parto, con retraso, dificultades e incluso cesárea: la dimisión del vicepresidente.

el 15 sep 2009 / 01:21 h.

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Pomposo y latino título para una no menos dilatada gestación de la que fue elección del pregonero y que tuvo al fin su complicado parto, con retraso, dificultades e incluso cesárea: la dimisión del vicepresidente. Tantos años de espera y reticencias de los electores por la leyenda de la posible contrariedad franciscana del arzobispo, u otras perogrulladas similares, pero más bien, como al fin se demostró, subyacía el veto personal de quienes creen ostentar, con doctorado, la representación de la crema cofrade, pero que sólo expresan sus propios fantasmas y limitaciones, o recelos, aunque ocupen atalayas no siempre apropiadas.

Pues llegó el día y mañana la palabra y los contenidos acallarán definitivamente las mezquindades de los sanedritas antiburgaleses.

Será el pregón, con determinante artículo, el anhelado, el deseado, el que todos quisieran escribir y pocos son los que tienen las singulares dotes innatas del pregonero para hacerlo, al menos como él. Sin plagios ni burdas imitaciones, sin fáciles concesiones al auditorio, sin la obligada búsqueda del aplauso, porque lo que dirá Antonio será lo que ha amasado y preservado en su corazón sevillano desde que sus padres, al alfayate y la zapatera, le enseñaron a amar a esta tierra, y además escrito como este cronista del día a día de la ciudad hispalense sabe, cogiéndole el alma no sólo a su urbanismo, por mucho que nos lo cambien, sino sobre todo a la gente que le da vida, que nunca deja de estar enamorada de Sevilla y hace cotidiana confesión de su embeleso; y a sus tradiciones, costumbres y sentires más íntimos pero compartidos.

Por eso, Amigo Antonio, salve, los que vamos a disfrutar (con tu pregón) te saludamos.

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