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Ayuda en peligro

A vueltas con la crisis hemos empezado ya a apretarnos el cinturón. Todas las miradas están ahora en el sector público, al que las dificultades han cogido con pie cambiado.

el 15 sep 2009 / 17:42 h.

A vueltas con la crisis hemos empezado ya a apretarnos el cinturón. Todas las miradas están ahora en el sector público, al que las dificultades han cogido con pie cambiado. Las clamorosas meteduras de pata de algunos políticos, magnificadas por la prensa, han generado la idea de que el derroche y el lujo asiático campean por la Administración. No es para tanto, pero sí hay que ahorrar; para dar ejemplo, para compensar la pérdida de gastos y, sobre todo, para disponer de fondos para las políticas sociales, cuya demanda está creciendo. El ahorro se nota en todo, y también en las subvenciones, ese apoyo público a entidades privadas que desarrollan actividades de todo tipo. Mucha gente piensa que con las subvenciones se paga lo superfluo o se favorece a los amiguetes. Puede que sí, en algunos casos. Pero con éstas se financian también muchas organizaciones que desarrollan una importante labor social, poco conocida y menos reconocida. En los sectores más oscuros y atormentados de la sociedad, donde existe una miseria que no conocemos, encontramos a estas organizaciones. Las ONG llegan donde no llega el Estado, donde no llega nadie. Ayudan a los olvidados, responden a las nuevas demandas, se adaptan a lo que la gente necesita. Estos servicios complementan y completan la red asistencial del Estado, siendo uno de los protagonistas del Estado del bienestar. No podemos prescindir de lo que hacen. Pero viven de las subvenciones, y éstas peligran. Y no sólo les afecta el recorte de financiación.

Estas organizaciones tienen problemas crónicos de liquidez, ya que viven de unos dineros públicos que siempre llegan por retraso. En tanto llegan éstos se endeudan, y son los bancos los que les permiten subsistir, a cuenta de unos fondos públicos cuya retardo es sistemático y costoso. Con la crisis los bancos ya no prestan; a ellas se les ha cerrado el grifo antes que nadie. Y se les condena al cierre. Su final no será tan visible como los cierres de fábricas, pero será igual de doloroso para sus trabajadores. Y mucho más lo será para sus usuarios, que van a perder un apoyo y una atención que nadie está dispuesto a darles. No nos engañemos: nadie se acordará de ellos cuando las ONG no estén. Pensémoslo antes de abandonarlas a su suerte.

Catedrático de Derecho del Trabajo. miguelrpr@ono.com

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