Hermandad de San Gonzalo. Foto: Pepo Herrera.
Los nazarenos iban encalando las calles con la blancura de sus túnicas. Desde la plaza de San Martín de Porres a la avenida de Coria. Todo era un ir y venir de nazarenos, muchos de ellos en familia que se dirigían a la parroquia de San Gonzalo. El cielo iba aclarándose y por el Aljarafe empezaban a abrirse los primeros claro. No había dudas. San Gonzalo se iba a poner en la calle a la hora prevista y en la plaza próxima al templo apenas se cabía.
La cruz de guía abría paso a los primeros tramos. En ellos se veían muchos niños y jóvenes, pues es una corporación que en los últimos años ha experimentado un gran crecimiento hasta alcanzar los más de mil nazarenos que lleva hoy en día. Ni siquiera el sol quiso perderse la salida de uno de los misterios más aplaudidos y esperados de la Semana Santa. Fue asomar el paso del Señor del Soberano Poder ante Caifás y ponerse la plaza boca abajo. La conjunción de la cuadrilla de costaleros con la banda de música de las Cigarreras volvió a hacer las delicias de todos. La retahíla de marchas desencadenó el delirio. Todas las miradas se dirigían al Señor que tallara Ortega Bru, que en esta ocasión lucía la túnica con bordados persas que estrenara hace unos años para presidir el Viacrucis del Consejo de Cofradías.
Igualmente emotiva resultó la salida del palio de la Virgen de la Salud. El capataz tenía una dedicatoria especial a los más pequeños en su primera levantá: «Por nuestros niños, por sus miradas de ilusión». Este singular paso de palio asomó a una plaza perfumada de azahar y en la que llovieron pétalos desde lo alto del templo. Sonó la salve compuesta en su honor y los vecinos cantaron la letra.
Esperaba San Jacinto, el puente «y Sevilla», como precisó una devota del Barrio León que se agarró a la cola del manto de una dolorosa que salía por primera vez tras su reciente restauración por Pedro Manzano.
