Finalizó el Ciclo de Música de Cámara de la OBS -un oasis de buena música en una ciudad cada día más huérfana de ella- y lo hizo uniendo en el escenario a dos de los músicos más apetecibles del panorama actual: el violinista Pablo Valetti y la clavecinista Céline Frisch. De uno y de otro teníamos referencias en Sevilla gracias a sus anteriores presentaciones. Los aficionados han disfrutado con el tocar de Valetti en repetidas ocasiones como concertino de la OBS y Céline Frisch ha sido invitada de excepción en varias ediciones del FEMAS.
Tras pasar por el encuentro la Orquesta Barroca de Sevilla, Christophe Coin y Andoni Mercero, el ciclo puso en programa tres de las Sonatas para clave y violín que compuso Bach. Éstas fueron leídas de manera referencial por un dúo que entiende estos pentagramas sin dejarse llevar por ninguna afectación. Sus versiones, llenas de equilibrio pero alejadas de toda asepsia, transcurrieron en un suspiro, un destello fugaz de verdad bachiana que tuvo lugar en la Iglesia de los Terceros pero que igualmente podía haber transcurrido en la Sala Pleyel de París o en el Wigmore Hall de Londres.Intérpretes clave dentro del catálogo del prestigioso sello especializado Alpha, Valetti y Frisch entienden estas partituras no sólo ofreciéndolas con plena adecuación estilística si no también dejándolas que sean ellas mismas, sin adornos ni manierismos, sin forzar un solo resquicio en aras de dramatizar a Bach.
Ejemplo de lo anterior fue la soberbia ejecución de la Tocata en mi menor BWV 914, en la que Frisch demostró por qué es una de las clavecinistas que con más naturalidad y alta dosis de musicalidad sabe acercarse a unas obras en las que conquistar un punto intermedio y dotarlo de personalidad parece estar al alcance de pocos intérpretes.