Irak despertó ayer de sus sueños de libertad con la cadena de atentados más cruenta que se recuerda desde abril. Dos ataques simultáneos a dos mercados de animales en Bagdad causaron 65 muertos y 149 heridos. La Policía confirmó que uno de ellos fue perpetrado por una mujer suicida.
En el mercado de animales domésticos de Suq al Gazl -donde se intercambian principalmente palomas y aves-, una mujer se suicidó accionando la carga explosiva que llevaba adosada a su cuerpo y mató a 38 personas en un momento en que el mercado estaba lleno de gente que, como cada viernes, llegaba para intercambiar a sus animales. La explosión causó heridas de diversa consideración a otras 82 personas.
Primero se creyó que el atentado fue perpetrado con un artefacto oculto entre el desorden del mercadillo, pero luego se confirmó la existencia de un suicida al aparecer la cabeza de una mujer separada del cuerpo entre los despojos humanos. Testigos presenciales dijeron que el mercado se transformó en un caos absoluto y que numerosos animales murieron también por la explosión. En las imágenes de televisión, la sangre de los animales se confundía en el suelo con la de las personas mientras era retirada con potentes chorros de agua.
El segundo atentado, al parecer coordinado con el primero, tuvo como blanco otro mercado de animales, en este caso en un barrio chií de la capital iraquí, y que se saldó finalmente con 27 muertos y 67 heridos. La Policía aseguró que la explosión fue causada por una bomba oculta en una caja de palomas que había en una camioneta de transporte colectivo, pero la agencia Aswat al Iraq sostiene que fue obra de otra mujer suicida.
A falta de un blanco más claro, todo indica que los dos atentados de ayer no tienen otra misión que el de causar el terror indiscriminado en una ciudad que había comenzado a recuperar la tranquilidad en los últimos meses. Grupos rebeldes han amenazado recientemente con atentar contra los mercados pese a que la mayor parte de ellos están rodeados por barreras de hormigón para evitar el acceso de coches-bomba.
Las barreras de hormigón, que rodean muchos barrios de Bagdad, han evitado en los últimos meses que se repitan los atentados que eran moneda corriente en Bagdad entre 2004 y 2006.