Al final acabaremos contagiando a Dios con nuestra esquizofrenia. Unos le piden que llueva, otros que escampe, y la mayoría que una cosa o la otra pero cuando a ellos les convenga. ¿Al final qué hacer? Duro papel, aunque no tanto como el de presidenta de la Maestranza: tres días agua y los demás secano. Alumbrao en gabardina, chinos vendiendo paraguas después del triunfo de las sillitas en Semana Santa, para que vea Galadí cómo los empresarios sevillanos pueden emular a la emergente China -todavía los chinos no quieren ser hermanos mayores, ni costaleros, ni presidentes de club o de Ateneo, Cámara o CES, ni les gustan los canapés y las entradas de convite pero todo llegará- pero, sobre todo, la imagen es la de la ciudad de los ciclistas. Cientos de señores trajeados con los perniles cogidos con un alfiler de palo o remangados defendidos del albero cacao, para no tener que mandarlos al tinte. ¿Es que todo el mundo va de verdad en bicicleta en Sevilla, pregunta un madriles? No, es que está lloviendo.
Bueno podríamos haber ido todos en bici, sin el Metro terminado y con Tussam con tos sus san y poco son. Al final, el alcalde arregla la huelga pa el alumbrao aunque no hace correr a los suyos de San Telmo con lo primero. De verdad alcalde, con el Metro, menos ganas todavía de irnos a los bajíos del Charco la Pava, con echar la Calle el Infierno p´allá, ahora que ya no es rentable construir, nos aviamos. Los vecinos, con una devolución de impuestos se conforman, aunque ahora que lo pienso, son muchos más que los del Tremendo y, ya saben. Un secreto: los garbanzos se ponen más tiernos con agua de Emasesa y a bailar, aunque sea con lodo.
Licenciado en Derecho y Antropología
aroca.javier@gmail.com
