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Bajo los pañuelos

Las recientes elecciones en Irán y la acusación de fraude por los seguidores de Musaví nos han ofrecido unas imagines impensables hace poco, con lo que se ha deshecho la idea muy extendida en occidente de una sociedad iraní homogénea, acrítica y entregada a un poder redentor.

el 16 sep 2009 / 04:33 h.

Las recientes elecciones en Irán y la acusación de fraude por los seguidores de Musaví nos han ofrecido unas imagines impensables hace poco, con lo que se ha deshecho la idea muy extendida en occidente de una sociedad iraní homogénea, acrítica y entregada a un poder redentor.

Las masivas manifestaciones en las calles desafiando al todopoderoso aparato teocrático, nos muestran, por el contrario, a un pueblo dividido en el que se ha ido fraguando una oposición a la política de su presidente Ahmadineyad, que representa el ala más dura del entramado ideológico-institucional que constituye actualmente el gobierno de aquel país.

A diferencia de lo que está ocurriendo en otras zonas de la región, la contestación al orden establecido viene de adentro; se ha generado en la sociedad civil y en el aparato político, con un discurso que responde a las mismas claves ideológicas que el oficial, si bien con un tono más moderado. Son los mismos iraníes, sin ayuda explícita del exterior, los que quieren iniciar un proceso de transformación social.

Y esto es realmente lo interesante, de lo que debemos tomar nota. Desde occidente, con demasiada frecuencia, se ha intentado exportar el modelo democrático, que es fruto de una concreta experiencia histórica y resultado de un proceso específico, a países que poco o nada tienen que ver con nosotros, porque su trayectoria es otra, su cultura es diferente, y su articulación social es distinta.

Ello es lo que explica el fracaso de esta política occidental expansionista, que a todo lo más ha conseguido imponer democracias formales útiles para legitimar unas relaciones de poder y dependencia, como está ocurriendo en Afganistán. Por ello, y en este caso, toca apoyar a los que realmente han tomado la iniciativa para denunciar lo que parece ser un fraude.

Son pues los iraníes los que se han echado a la calles demandando cambios en el régimen. Y entre ellos están también las mujeres, que bajos sus pañuelos levantan sus brazos, se enfrentan a las fuerzas de seguridad y vociferan los eslóganes de los seguidores de Musaví. Su presencia sirve también para deshacer una opinión generalizada de que las mujeres del Islam son personas indefensas, sumisas y carentes de opinión que deben ser redimidas por los occidentales, para convertirlas en mujeres burguesas, autónomas e independientes.

Sin embargo, a poco que nos acerquemos a estas culturas podemos comprobar cómo estas mujeres han ido desarrollando estrategias de supervivencia a través de las cuales van conquistando espacios de poder y autonomía. También podemos constatar cómo ha germinado un feminismo con claves propias que, sin renunciar a la conquista de la igualdad y la libertad para las mujeres, parten de los fundamentos del Islam según las enseñanzas del Profeta, para desautorizar aquellas interpretaciones que las desacreditan como personas y las someten.

Y en este caso toca también apoyarlas. Y sobre todo no olvidarlas; no olvidar que en Irán están también en las calles luchando por la libertad, para que, cuando ésta llegue, no las dejen de lado, como ha pasado tantas veces en la historia.

Rosario Valpuesta es catedrática de _Derecho Civil de la Pablo de Olavide

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