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Balanzas fiscales

Cuando, por parte de algunos, se habla de balanzas fiscales resulta necesario recordar que la situación que determinadas zonas están viviendo en la actualidad, es la consecuencia directa del nacionalismo económico español del siglo XIX y del siglo XX.

el 15 sep 2009 / 02:26 h.

Cuando, por parte de algunos, se habla de balanzas fiscales resulta necesario recordar que la situación que determinadas zonas están viviendo en la actualidad, es la consecuencia directa del nacionalismo económico español del siglo XIX y del siglo XX. Del nacionalismo económico español que hizo posible que con la Restauración se hiciera el famoso Pacto del Triángulo por el que los gobiernos de entonces hicieron una política arancelaria para proteger a la empresa española, a la industria española que, curiosamente, en el siglo XIX solamente estaban ubicadas en dos sitios, en Cataluña y en el País Vasco.

Ésa fue la realidad. Muchos recordarán que la revuelta cubana, que después produjo la pérdida de Cuba, fue consecuencia de la ley antillana que obligaba a los cubanos a comprar única y exclusivamente textil en Cataluña. No podían comprarlo en otro sitio. Pero eso también pasaba en el interior de España. Si uno quería comprar textil tenía que ser de Cataluña, obligados por la ley proteccionista de la Restauración, y si uno quería comprar hierro tenía que comprarlo en el País Vasco por la ley proteccionista de la Restauración.

La situación es que el pobre extremeño o el pobre andaluz que, a lo mejor, estrenaba una camisa al año, tenía la obligación de comprarla en los textiles catalanes que la vendía dos veces más cara que si la hubiera comprado fuera y, encima, de peor calidad. Además el proteccionismo nacionalista español estableció la famosa ley de cuotas, que impedía que se pudieran instalar otras industrias que no fueran las que ya existían, con lo cual, el resto del territorio no tenía posibilidad de montar industrias, semejantes o parecidas, a las que estaban ya instaladas en Cataluña y País Vasco, zonas privilegiadas por el nacionalismo económico español.

Como consecuencia de ello, la renta del resto de los españoles, de los trabajadores españoles, disminuía por tener que pagar el doble por el mismo producto cuando podían haber pagado mucho menos si no hubiera habido esa política proteccionista y arancelaria que propiciaba el desarrollo de algunos territorios a costa del empobrecimiento del resto, como consecuencia de la política proteccionista del nacionalismo económico español.

Deben saber los herederos de los nacionalistas periféricos de aquel tiempo, que su situación de privilegio económico de hoy es consecuencia del nacionalismo económico español de ayer. Que no solamente fue en la Restauración; Primo de Rivera también lo continuó. No fue casualidad que el golpe de Estado de Primo de Rivera se forjara en la Cámara de Comercio de Barcelona. Y con la dictadura de Franco siguió habiendo proteccionismo. Algunos no habrán olvidado el famoso coeficiente de inversión obligatorio de las Cajas de Ahorro españolas. El dinero y el ahorro de los andaluces, de los extremeños, de los castellano- manchegos, etc., tenía que ir obligatoriamente donde el gobierno de turno de la dictadura decidía que había que invertir. Y ¿a qué precio tenían que prestar el dinero las cajas de ahorro de Andalucía o de Extremadura o de Castilla-La Mancha a esas zonas? Al 3%, cuando el dinero estaba al 22%. Y con ese dinero se hicieron algunas empresas y algunas autovías, hace cuarenta años, ninguna en el sur o en el oeste español. Y detrás del dinero salía nuestra gente a buscar el trabajo que era imposible encontrar en las zonas más desfavorecidas por ese maldito proteccionismo económico nacionalista español.

El tema de las balanzas fiscales es conceptualmente discutible y políticamente peligroso porque si los europeos, con los que nosotros nos relacionamos, aprendieran el sistema, estaríamos perdidos. Si Alemania, Suecia, Holanda etc., comienzan a hacer valer lo de las balanzas fiscales, estaríamos apañados, porque surgiría un sistema de financiación europeo que no nos interesaría, ni a Cataluña, ni a Andalucía ni a Extremadura, ni a España.

España es un país, es una nación, descentralizada, diversa, compleja, pero nación; y, por lo tanto, lo que debe preocuparle a una persona de izquierdas, no es saber cuánto paga un territorio de promedio, lo que debe interesar es saber que el catalán que cobre cien, pague por cien y que el andaluz o extremeño que cobre cien, pague por cien. Y el catalán que paga por uno, y que necesita solidaridad, reciba la solidaridad. Y el andaluz o extremeño que pague por uno, reciba la misma solidaridad. Esto es lo que debe interesar a un progresista, a una persona de izquierdas, sea catalán, madrileño o ceutí; yo no conozco a ningún extremeño o andaluz o catalán promedio. Se dice por algunos, incorrectamente, que Extremadura o Andalucía o Cataluña pagan tanto de promedio y reciben tanto, luego, tienen un déficit o un superávit fiscal.

¿Cuál es el catalán promedio? No existe. Hay uno que gana cien y paga como cien y otro que gana uno y paga como uno. Pero no existe el promedio, que paga cincuenta. Cada uno paga en función de lo que tiene.

La gracia de la política consiste en eso, en intentar que el que más tiene pague para equilibrar al que no tiene. Eso es lo que defiende un socialista y ahí es donde está la esencia de la política. Si la regla fuera: usted paga ocho y recibe ocho, sobraría la política y los políticos, y bastaría con un ordenador o un contable. Así que, la política, cuando es transformadora y progresista, consiste en posibilitar la transferencia de solidaridad entre ciudadanos. La trampa del discurso consiste en hacernos creer que existe catalán promedio o extremeño promedio. La gracia está en ser capaces de articular eso para que haya una sociedad donde todo el mundo tenga, más o menos, los derechos cívicos garantizados.

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