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Bali se salva del fracaso total

Ningún país del mundo ha salido muy contento de la Cumbre de Bali contra el cambio climático. Dos semanas de trabajo no han logrado arrancar compromisos concretos para reducir las emisiones en cifras específicas.

el 14 sep 2009 / 21:34 h.

Ningún país del mundo ha salido muy contento de la Cumbre de Bali contra el cambio climático. Dos semanas de trabajo no han logrado arrancar compromisos concretos para reducir las emisiones en cifras específicas. La postura europea, que defendía un ambicioso recorte de entre el 25% y el 40% para el año 2020 respecto a 1990 se dio de bruces con la negativa de Estados Unidos y algunos otros emergentes como China, India y Brasil a aceptar obligaciones cuantificadas y generales. Los americanos, que son precisamente los más contaminantes del planeta, no quisieron saber nada del Protocolo de Kioto y existía el peligro de que se quedaran al margen del nuevo protocolo que debe redactarse dentro de dos años en Copenhague. Pero la postura americana se ablandaba en el último minuto después de un abucheo general y nunca visto que le dejó solo en Bali. Incorporado EEUU al combate contra esta amenaza global -se compromete a reducir sus emisiones en 2013- la cumbre no pasará finalmente a la historia por su inutilidad. Porque, junto al gran debate sobre las cifras de las emisiones, también se acordó que los países pobres recibirán compensaciones de los ricos por no talar los pocos pulmones verdes que todavía tiene el planeta. El compromiso adquirido también por los grandes gigantes asiáticos en plena carrera desarrollista para reducir sus emisiones por primera vez también induce a la ilusión de que esta amenaza global tendrá algún atisbo de solución. La tarea es ingente y se actúa con desesperante lentitud. Pero la esperanza no se perdió en Bali. Es responsabilidad de cada uno de los ciudadanos presionar a sus representantes para que se acelere el paso en este asunto y empezar a corregir malos hábitos propios. Una lucha sin cuartel contra el calentamiento global sólo podrá ser eficaz si millones de humanos, especialmente en los países ricos, alteran sus costumbres y cambien esa persistente alegría irresponsable en el derroche de energía y materias primas.

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