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Bambalinas de luz, narciso y jazmín

el 15 sep 2009 / 01:51 h.

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El gentío abajo y las palomas en el campanario. La Plaza de Carmen Benítez compone una de las más típicas imágenes de Sevilla cada Domingo de Ramos. Los globos de colores tapaban la visión directa de la puerta a la estatua de Antonio Machín.

Mujeres mayores y muchos, muchísimos jóvenes que sólo cesaron en su charla y su bulla cuando asomaba por la puerta el primero de los pasos y el ¡chis! se repetía de punta a punta.

Una vez logrado el silencio, la bella talla de Antonio Illanes, el Señor de las Penas y ese cirineo que no le pierde de vista, asoman por la puerta. La túnica bordada por Fernández y Enríquez, los faroles y el canasto llenan de reflejos dorados la plaza.

Revirá ante la puerta y visita obligada a la vecina de enfrente. En la capilla le aguarda la Virgen de los Ángeles, titular de Los Negritos, que, como buena vecina, el Jueves Santo -si el tiempo no lo impide- le devolverá la visita. De acera a acera, la Centuria Macarena le toca En tus penas, y en su despedida hacia Recaredo el paso cortito, sobre los pies, evoca cualquier amanecer de un Viernes Santo en Campana.

Nazarenos de verde, Simpecado con la Virgen de los Reyes y ya se acerca la Madre del que va delante, una Madre joven, llena de Gracia. Este año, el paso sale adornado con narcisos y jazmines de Malasia que la llenan de aromas.

Una vez aparece bajo el dintel de la puerta la luz de la tarde deslumbra al posarse sobre las nuevas caídas del palio, refulgentes. Las Nieves de Olivares hacen sonar Gracia y Esperanza nuestra, y en verdad lo es. Nuestra, de todos los sevillanos.

Para despedirse de este entorno, y en homenaje a la Virgen de los Ángeles tintinea su marcha y esos Angelitos negros del que la despide en la plaza.

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