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Bandera republicana

La copla siempre cantó lo bonita que estaba Triana cuando le ponían al puente banderas republicanas pero este año la tricolor se ha ido a los puertos de la calle Betis a competir en la pugna absurda y aburrida, uno de los varios cuentos de nunca acabar de nuestro pasado...

el 16 sep 2009 / 06:07 h.

La copla siempre cantó lo bonita que estaba Triana cuando le ponían al puente banderas republicanas pero este año la tricolor se ha ido a los puertos de la calle Betis a competir en la pugna absurda y aburrida, uno de los varios cuentos de nunca acabar de nuestro pasado y del que se saldría con sólo considerar a la enseña de la II República una bandera histórica más porque la actual no es sino la derivación de la que llevaban los barcos en el XVIII con dos estrechas franjas amarillas en los extremos superior e inferior, un fragmento de la del reino de Aragón, capitalizada por Cataluña gracias al poderío naval de sus compañías. Los yankis, que son muy prácticos a fuer de mutantes, colocaron todas las que tuvieron en su corta historia -treinta y tantas- alrededor del monumento a Jorge Washington.

Aquí, como nos gustan las esencias eternas, los dos bandos de siempre se aferran por igual a lo inmutable, venga o no a cuento. Es una manera como otra cualquiera de proclamar que lo pequeño es hermoso y de convertir el patriotismo en un sustitutivo del folclore que, en definitiva, es lo que se ha hecho aquí siempre con las banderas: aprovecharlas para coger trenes baratos.

El otro folclore, el saber popular aquilatado de generación en generación, continúa impertérrito, ajeno a estas patochadas, en la Velá de Santa Ana desde sabe Dios cuándo. Un informe de los que se pidieron cuando la prisión general de los gitanos, en tiempos de Fernando VI, evitaba la cárcel a una de ellas alegando que había cantado las coplas de la fiesta de la patrona. Otros miles no tuvieron tanta suerte cuando aún España no tenía bandera pero era lo mismo. Los llevó a prisión un patriotismo que, más que salvar a la patria de enemigos exteriores, se basaba en arremeter contra los compatriotas que no les gustaban.

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