He tenido la desgracia de ver las bochornosas y vergonzantes imágenes del grupo de supuestos seguidores del Sevilla persiguiendo y apalizando a uno parece que del Atlético de Madrid el pasado sábado. Se me agotan los calificativos, pero, lo que más me impactó fue que, tras finalizar la agresión, gracias a que algunos, al grito de "dejadlo ya, dejadlo", consiguieron evitar males mayores, uno, el que grababa (valiente impresentable), dijo "eso para que te acuerdes de nosotros, cabrón". ¡Qué vergüenza! ¡Qué dolor tan tremendo ver la violencia descarnada en boca de alguien de mi ciudad, de nuestra ciudad, y presunto seguidor de uno de sus equipos! Horrible. Y es que, quien de verdad se acordará será mi amigo Javier, madrileño y del Atleti, al que invité a venir a Sevilla en Semana Santa y al partido. Con él compartí la previa y el post partido, con amigos béticos y sevillistas, como siempre, en un clima alegre, futbolero y picarón. Con él viví el partido entre la afición sevillista, quien, sabiendo su filiación, lo recibió con sorna, pero con máxima educación y, por supuesto, sin incidencia alguna. Se fue a dormir tarde ya, encantado y feliz por la experiencia (¡y por la victoria, claro!), y yo me sentí orgulloso, como nos sentimos los sevillanos ejerciendo de anfitriones cuando nuestros invitados se van de Sevilla con ese brillo tan especial en los ojos que te hace saber que volverán. Basta ya de violencia deportiva en Sevilla. Que el club tome cartas. Esto es lo que hace que nos utilicen como chivos expiatorios y equipos ejemplarizantes, y, si no, que se lo pregunten al Betis, objeto de una aberración jurídica sin igual.
