Cultura

Ben Kingsley: "El IRA dejó las armas porque los ingleses sabemos conversar"

El actor inglés recoge el Premio de Honor y presenta su nuevo filme, 50 hombres muertos.

el 08 nov 2009 / 19:01 h.

Sir Ben Kingsley ha acudido al Festival de Cine de Sevilla.
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Cuando miles de personas en todo el mundo piensan en Gandhi, ven su rostro. Para muchos es también la encarnación del sufrimiento judío gracias a su impecable papel de Itzhak Stern en La lista de Schindler. Krishna Bhanji ( Scarborough, Yorkshire, 1943), más conocido como Ben Kingsley -o más apropiadamente, sir Ben Kingsley- recibe a los periodistas con una sonrisa y un apretón de manos en un reservado del hotel Eme.

Su cuerpo menudo contrasta con la expresión vigorosa de su rostro, que no aparenta en absoluto los 65 años acreditados en su carnet de identidad. La perilla cuidadosamente recortada le da, de hecho, cierto aire juvenil. Los ojos negros, enormes, parecen relampaguear cuando enfatiza algunas respuestas. 

Hijo de una modelo y actriz de ascendencia judía y de un doctor de origen hindú, este legendario intérprete de cráneo mondo se forjó en el ámbito teatral, destacando en varios papeles shakespearianos, antes de dar el salto a la pantalla grande y, casi automáticamente, al estrellato. 

Ayer recogió el Premio de Honor del Festival de Cine Europeo de Sevilla en reconocimiento a toda su carrera, en una ceremonia en la que también presentó su última película hasta la fecha, 50 hombres muertos

En el filme, ambientado en el Belfast de finales de los 80, un Kingsley extrañamente tocado con peluca interpreta al tutor de un informante del MI5, papel defendido por la incipiente estrella Jim Sturgess. Kingsley posee una estatuilla de la Academia de Hollywood (aunque ha sido nominado en cuatro ocasiones), dos Globos de Oro, un Bafta y un Premio del Cine Europeo.

Aunque lleva, pues, un ritmo maratoniano que en las últimas semanas le ha llevado de la India a Londres y de allí a Sevilla, y próximamente tiene en su agenda un rodaje en Marruecos y en varios países de Oriente Medio, en ningún momento deja de hacer gala de su proverbial amabilidad.    

-Reino Unido, país invitado del Festival, es contemplado por Europa con una mezcla de admiración y desconfianza. Y el sentimiento parece recíproco. ¿Puede el cine acortar esa distancia?

-No estoy seguro, y la verdad es que yo no me veo haciendo películas de propaganda para intentar arreglar esto [sonríe]. Europa es enorme, diversa y excéntrica, y lo que tiene que hacer el cine europeo es abrazar esa diversidad. Hasta dos veces en el último siglo este continente ha intentado suicidarse, pero gracias a dios no ha ocurrido, y tal vez el cine permita llegar a la próxima fase en la que alcancemos un mayor afecto y confianza entre nuestros países. Pero sí, Inglaterra sigue siendo una isla en el mar del Norte, muy excéntrica también, que despierta ese tipo de pasiones.

-En su nueva película interpreta a un agente británico, y se ha referido al conflicto del IRA como algo que por suerte ha terminado. ¿Qué cree que hicieron ustedes bien, o qué hemos hecho nosotros, los españoles, mal con ETA?

-[Medita la respuesta unos segundos] No me siento cualificado políticamente para dar una respuesta, pero tal vez tenga algo que ver con que los anglosajones somos capaces de mantener una conversación. Quizá por eso pudimos poner fin a nuestro Imperio colonial a través de la conversación, el debates y los tratados, al contrario que otras naciones europeas, que en las mismas circunstancias han usado medios brutales. Por eso quizá encontramos a través de Blair el tono adecuado de voz para convencerlos diplomáticamente de que dejaran las armas. Lo mismo ocurrió en Sudáfrica, donde gracias al obispo Desmod Tutu, con su Comisión para la Paz y la Reconciliación, pudimos evitar los impulsos violentos y las revanchas. Estoy absolutamente convencido de que con el tiempo surgirá también en España el hombre o la mujer que sea capaz de sacar adelante los acuerdos de paz para acabar con ETA.

-¿Cómo ha vivido toda la polémica sobre la detención de Roman Polanski, con el que usted rodó Oliver Twist y antes La muerte y la doncella?

-[La intérprete advierte de que sir Kingsley no entrará en esas cuestiones, pues no se siente facultado para responder. El actor guarda silencio]

-Si no me equivoco, usted obtuvo el Oscar con su primer papel protagonista en el cine, con Gandhi.

-Sí, es cierto [ríe].

-¿Debe su premio a un talento natural, innato, o su formación teatral era tan buena?

-Ha acertado, el teatro fue mi mejor preparación. Cuando se estrenó Gandhi yo era un perfecto desconocido, y los otros candidatos al Oscar eran nada menos que Peter O'Toole, Jack Lemmon, Dustin Hoffman y Paul Newman. Y aunque fue un milagro que lo ganara, antes de aquel filme yo había pasado quince años haciendo drama épico en el teatro. Esa fue mi mejor escuela.

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