Beñat, de espaldas, ve la roja a Camacho.
El Betis-Málaga tenía tres protagonistas más o menos indiscutibles antes de su principio y al final ni jugaron dos de ellos (Rubén Castro y Santa Cruz) ni el que estuvo en el césped tuvo trascendencia alguna (Joaquín). Los protagonistas fueron otros, aunque en realidad son los de casi siempre en lo que atañe a la historia reciente verdiblanca. Uno fue Jorge Molina, que finiquitó su sequía y la de su equipo a los treinta segundos en la suerte que peor se le da, el remate de cabeza, a pesar de su talla (1,90). El otro fue Beñat, autor de tres asistencias de gol y recuperado por el Betis en su papel de motor, cerebro y cuantos tópicos se quieran utilizar para referirse al futbolista sobre el que gira el resto del equipo. Y aquí no hay más remedio que detenerse. Viene el vizcaíno de muchas semanas, demasiadas, cuestionado por su curva descendente en el juego, innegable hasta para el entrenador, y después de amagar con un primer repunte ante el Valladolid confirmó frente al Málaga que el Betis ha repuesto la batería que hace funcionar la máquina. No es casualidad que eso ocurriese con el internacional en su puesto natural, el de mediocentro organizador. Está bien que Mel sondee alternativas para solucionar el ahogo al que le suelen someter los adversarios, como adelantarlo a la mediapunta, pero Beñat, entre cuyas virtudes no se hallan ni la velocidad ni el regate, nunca sobresaldrá en ninguna posición más que en la del hombre-faro que ve a la mayoría de compañeros por delante y los organiza como si de un tetris se tratase.Con Beñat en su sitio, el Betis retorna al suyo, que esta temporada es la zona europea. Lo hace tras apabullar al rival que ocupa el último puesto de Champions, aunque la sanción de la UEFA hace dudar muy mucho de esa condición. Y en el 3-0 que bien pudo ser un 6-0 o un 7-0 terminó el conjunto verdiblanco con seis canteranos en el rectángulo. Seguro que Mel fue diseñando los cambios para que así fuese, claro está. Pero el dato es objetivo: Adrián, Cañas, Nono, Pozuelo y Sergio, que llevan en Heliópolis toda la vida, y Beñat, de incorporación más tardía pero procedente del filial como los demás, estaban anoche en el campo cuando Estrada Fernández, un árbitro regular con un asistente malísimo, señaló el final.