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Berlín pone el colofón a su festival con una hilarante película de animación

The Croods, con las voces de Nicolas Cage y Emma Stone, se gana al espectador desde el primer hasta el último minuto.

el 15 feb 2013 / 21:39 h.

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Nicolas Cage y Emma Stone en la alfombra roja de la Berlinale.
Alejandro Ávila (enviado especial) Rumbo a la conferencia de prensa de Nicolas Cage y Emma Stone, mientras las puertas se abren a mi paso, los peldaños se pierden tras de mí, y la gente pasa a mi lado a toda velocidad, pienso en lo espectacular que puede ser el cine en tres dimensiones cuando su factura es impecable y la sala cuida la exhibición. Ése es precisamente el caso de The Croods, la película de animación con la que Berlín le ha puesto el broche de oro al festival. Chris Sanders, que codirige la película junto a Kirk de Micco, venía con la lección bien aprendida de ‘Cómo entrenar a tu dragón' y ha desplegado toda su artillería para ofrecer al espectador un espectáculo en mayúsculas. Dreamworks regresa así con un producto rompedor, rompiendo moldes, como ya llevó a cabo en su día con Shrek. Lo hace, en esta ocasión, con una familia prehistórica que se ve obligada a salir de su zona de confort, la cueva y un limitado entorno donde se limitan a cazar y sobrevivir, para ir en busca de un nuevo mundo plagado de nuevos peligros y aventuras. A lo largo de hora y media, asistimos a la evolución, el crecimiento personal de sus personajes (Nicolas Cage le da voz al padre, Grug, y Emma Stone a su rebelde hija Eep) que van comprendiendo, poco a poco, que no merece la pena vivir con miedo a morir o expresar sus sentimientos. El guión trata así con inteligencia y respeto al espectador, ofreciéndole todo tipo de emociones, sin caer nunca en el sentimentalismo facilón. Las imágenes de la naturaleza son coloridas y exuberantes, sus personajes gozan de una gran profundidad y el diseño de los animales exóticos (una mezcla de diferentes especies) resulta de una imaginación hilarante. Mención aparte merece la banda sonora, con toques clásicos y acompañando sin estridencias la acción. Quizás pueda sonar excesivo considerar The Croods una obra maestra, cuestión de gustos (o prejuicios), pero nadie le podrá negar su capacidad para emocionar, desde la carcajada hasta la lágrima, a una sala llena de adultos, como ha ocurrido en esta Berlinale. En estos tiempos oscuros en los que, como ocurre en la película, el suelo parece resquebrajarse bajo nuestros pies y la oscuridad reina sobre nuestras cabezas, el mensaje no puede resultar más esperanzador: la supervivencia y la felicidad dependen de nuestra capacidad para crear, imaginar y soñar.

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