Si alguien pensaba que la Liga de Campeones estaba ya en el bolsillo, ayer comprobó que no es así. Y la culpa no la tiene González Vázquez. Su arbitraje no puede sorprender a nadie, ya que no es la primera vez que firma una actuación plagada de tarjetas, y más concretamente ante el Sevilla, al que ya ha expulsado a diez jugadores y un técnico desde la temporada 2001/02.
Si alguien no estaba sobre aviso, mal hecho. Los profesionales deben saber quién les pita y lo que pueden esperar de un árbitro. En cualquier caso, por mucho que puedan estar prevenidos, es inaudito que este colegiado siga dirigiendo partidos. Pero la culpa es de quienes se lo permiten.
Su criterio a la hora de mostrar tarjetas hizo mucho daño al Sevilla, que, pese a ello, también pecó de una inocencia inesperada: Adriano, con una amarilla a cuestas, jugó con fuego y acabó siendo expulsado; luego, Fernando Navarro sacó un brazo incomprensible y permitió al Valencia quebrar la muralla: 2-1 y jugando con diez. Game over.
La culpa de que la ventaja de puntos se haya reducido peligrosamente la tiene el propio Sevilla. Él fue el que perdió ante el Getafe y él fue el que se metió ayer en la boca del lobo cuando ganaba al Valencia. Ahora, llega el Barcelona. O mejor dicho, hay que ir al Camp Nou, y salvo que el club presente recurso contra algunas tarjetas y éste prospere, el panorama pinta oscuro.
Sobre todo por la ausencia de un lateral derecho, salvo que Konko -sin rodaje y recién recuperado de su lesión- sea capaz de salir y dar lo que se espera de él. La otra opción es que juegue Mosquera.
Visto lo visto ayer y con lo que le espera el próximo domingo (Real Madrid), habrá que ver si Jiménez sale al Camp Nou con un punta o dos. Dejar por segundo partido consecutivo en el banquillo a Luis Fabiano no es fácil. Ayer, aunque sorprendiera, jugar con un solo punta le fue bien al Sevilla mientras tuvo once futbolistas. ¿Será ahora Kanouté el sacrificado ante el líder?.
