Yo no sé si se puede o no se puede, pero si tenéis un espejo cerca, comprobaréis que vuestra sonrisa dice que sí. Este pensamiento me atropelló el domingo pasada a las siete menos cuarto de la tarde cuando bajaba las escaleras del añejo Gol Sur y contemplé las caras de los béticos sonrientes y felices, como si la empresa a acometer no fuese ya tan utópica. Y es que el Betis es así. Mejor dicho: los béticos lo parieron así. Solo basta que se acerque la hora del partido, para que lo que se imaginaba imposible se torne en duda y gire ciento ochenta grados una vez las camisetas verdiblancas saltan al terreno de juego. Somos así. Quizás la culpa fuera de aquel que te puso las trece barras desafiando al destino y haciéndote único y diferente desde ese día hasta la eternidad. Cómo no se va a poder cuando detrás de todo está tu afición. La que acuñó el grito revolucionario del Manquepierda porque te quería tanto que era incapaz de agachar la cabeza por muy dolorosa que fuera la travesía en años de miseria y oscurantismo, cirineo eterno de tu gloriosa singladura. Esos seres humanos que nacen, crecen, se reproducen y mueren solo como excusa para verte y estar contigo soplen como soplen los vientos. Esos que nunca están tan seguros de sí mismos como cuando caminan Palmera abajo con la esperanza siempre por compañera. La herencia sigue viva. Se transmite de abuelos a nietos, de padres a hijos y aunque el paso del tiempo todo lo cambia, esa filosofía se mantiene inexpugnable. Siempre me viene a la memoria el "así es y así hay que quererlo" que me susurraba mi padre en las derrotas. Sus lágrimas de alegría en la mágica noche del 77 allá por la ribera del Manzanares o las historias de penurias que me contaba mi abuelo con la bendita intención de inculcarme los valores del beticismo: la humildad en la victoria y el amor incondicional en la derrota. Y todo eso regado con la alegría inevitable del que se sabe un elegido y profesa la fe única y verdadera, la que tiene su templo en el Benito Villamarín y responde al nombre de Real Betis Balompié. Y lo dicho, claro que sí se puede. Ningún rival de los que pelean nuestro objetivo está respaldado por más de treinta mil almas en cada encuentro como local. Todos unidos como balas de cañón, para seguir defendiéndote como ayer, hoy y siempre. Ah y nunca se olviden: aunque los resultados sean importantísimos, "er Beti" siempre estará muy muy muy por encima de ellos. Benditos los que llenos de esperanza aguardan a tu cita convencidos ansiosos porque llegue ya el partido para colgarse al cuello la bufanda Benditos sean los optimistas sabios que mirando la tabla con desdeño no cejan ni un segundo en el empeño de convencer a infieles a diario Bendita sea tu gente, que no cede ante la adversidad y el desconsuelo el domingo que viene allí estaremos para cantar que sí, que sí se puede Por @AtilaLadinsky