Local

Bienvenidos a la Inquisición

el 18 jun 2011 / 19:17 h.

TAGS:

Son las once de la mañana y la actividad en pleno arrabal trianero es frenética. Decenas de tiendas abiertas al paso de los viandantes hacen del recorrido por la (recientemente peatonalizada), calle San Jacinto todo un gozo para los sentidos. Vendedores ambulantes, abuelos que sacan a pasear a sus nietos o ese pegadizo olor a café que brota de las terrazas, eso arriba porque abajo en los pasadizos subterráneos del Castillo de San Jorge, el sosiego y la calma parecen ganar la batalla en el barrio.

Como sabe, la calle San Jacinto termina en la Plaza del Altozano, y dónde ésta comienza a ser pasarela hacia la otra orilla se sitúa esta fortaleza del siglo X, justo debajo de la Capillita del Carmen. Descienda una rampa y allí encontrará la entrada al castillo, sus entrañas custodian el Museo del temible Santo Oficio.

El hecho de que por el entorno se sitúe un callejón, con el nombre de la Inquisición, no es mera coincidencia. Todo apunta a que aquella zona fue siglos atrás algo más que una entrada a la capital. Porque la Inquisición española tuvo en el Castillo de San Jorge uno de sus principales iconos. Durante 300 años esta pequeña ciudadela acogió este Tribunal hasta que finalmente se extinguió en 1820. En sus mazmorras sufrieron dolor y torturas miles de hombres y mujeres de toda condición. Pero no siempre fue cárcel para infieles. Si quiere saber más prosiga leyendo. Comienza la visita.

Nada más cruzar la puerta de entrada una simpática señora le recibirá, a buen seguro, con información sobre el castillo y lo que el mismo aguarda. Folletos y audioguías en varios idiomas le serán entregados para facilitarle la compresión del recorrido. ¿Cuánto tendrá que desembolsar? Ni un sólo céntimo porque todo (incluida la entrada) es gratuito.
Una vez esté dentro pasará a la primera sala, llamada sensorial. La intención de ésta es que el visitante, al pasar por ella, tenga sensaciones en las que experimente conceptos como el juicio de valor, el abuso de poder, o el sufrimiento de la víctima. Un espacio un tanto subjetivo y en ocasiones surrealista, quizás sea el conjunto más complejo de interpretar en la visita.

Una vez pasada esta sala se baja una escalera. Ya se divisa la vetusta piedra. Se encuentra en la entrada del yacimiento arqueológico dónde se distinguen los gruesos muros que amurallaban la jurisdicción del Santo Oficio. Un interesante espacio gracias al cual podrá conocer la historia del Castillo. Ahí mismo, se topará con vitrinas llenas de vestigios arqueológicos como vasijas, jarras y otros enseres que atestiguan su pasado como necrópolis almohade. En ese lugar una maqueta del conjunto fortificado le hará situarse en otra dimensión. La de siglos atrás.

Luego llegará al lugar que servía de entrada y salida hacía el río, la Puerta de Barcas. Se trata de un bellísimo mirador hacia el afluente hispalense, testigo durante años de los terribles infortunios que sufrieron las desdichadas víctimas.

El itinerario continúa por el yacimiento. Camine por las calles lentamente, sin premura e imagine los altos muros que rodeaban a esta ciudadela. Observe cada piedra, cada ladrillo, cada hueco y verá a la muchedumbre hacinada en la puerta. Allí, podrá contemplar los restos de la casa del portero; las cocinas con sus fogones, las cuadras, la casa del notario, las cárceles, el empedrado de las calzadas (similar al de las arcaicas calles de la capital). Esté atento a la audioguía que le guiará por cada rincón de los bajos del castillo. Como colofón, la visita termina desembocando en el corazón del Mercado de Triana. Porque el castillo se halla justo ahí, bajo sus pies.

  • 1