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Biografías que hacen hermandad

Desde la histórica y de por sí cofrade calle Feria, el humilde paso del Señor de la Paz nos lleva hasta las calles nervionenses iluminadas por la Virgen de ojos claros, para terminar en la céntrica parroquia de San Pedro, no sin antes hacer una parada en San Martín. De la devoción del Carmen Doloroso a la solemnidad de un Cristo de Burgos que conquista fieles hasta en el Norte.

el 16 sep 2009 / 01:03 h.

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Flor de Lina Cano. Camarera del Señor de La Paz. Cuando la devoción florece.

Con la humildad de un alma fiel que ha visto crecer su hermandad pasito a pasito, pero también con un brote de sentimientos que apenas le dejan relatar su historia de amor con la cofradía del Carmen Doloroso. Flor de Lina Cano, camarera del Señor de la Paz, a sus 72 años sigue emocionada como desde el principio. Son lágrimas que hablan de un cuarto de siglo de cariño y dedicación, y que a la vez se mezclan con el sinsabor de un año atrás, cuando la lluvia no dio tregua a esta hermandad y las puertas de Omnium Sanctorum no se abrieron para que su Cristo procesionara, por tercer año, hasta la Catedral.

Pero Flora se recompone y se llena de ilusión al ver cómo su hermandad crece y al recordar que este año es aún más especial, ya que por primera vez la bella imagen de la Virgen del Carmen le acompaña en la estación de penitencia. "A los dos años de tener al Cristo en Carrera Oficial, tendremos también a la Virgen en la calle; yo no esperaba que creciéramos tanto en tan poco tiempo". "Esa imagen pasará a la eternidad porque después saldrá más años, pero éste será el primero", señala la hermana número 12 de la cofradía.

¿Ser camarera se nace o se hace? "Cuando eres pequeña no sabes lo que serás de mayor pero, si te gusta, ya se va moviendo algo dentro de ti que te hace ir tirando para este mundillo. Y ya cuando te dicen que tú vas a ser la camarera del Cristo?". Una ocupación muy íntima que le permite sentir al Cristo de la Paz tan cerca como a ningún otro hermano y vestirlo todo el año.

Los lazos de la fe han vinculado a Flora con esta corporación desde sus orígenes, ya que uno de los fundadores era vecino suyo. Ahora se siente "atada de pies y manos a este rinconcito espiritual" del que "no quiero salir y al que busco constantemente" "El honor es momentáneo y de lo que realmente estoy agradecida es de que la cofradía y mi familia sean conscientes de que esto es mi vida y me dejen disfrutarlo", explica.

Consuelo Maldonado y Carmen Domínguez. Taller de bordado de la Hermandad de la Sed."Aquí saciamos nuestra sed".

Del amor juvenil al amor espiritual. Cuando conoció a Joaquín siendo casi una niña, desconocía que aquel noviazgo le llevaría a casarse con un cofrade hecho en el seno de una familia devota -su suegra fue la primera camarera de la Virgen y su suegro el primer hermano mayor- y a descubrir, de su mano, otro sentimiento igual de puro, el que hasta hoy la mantiene unida a otra gran familia, la de La Sed.

Es la historia de Consuelo Maldonado, ama de casa de 51 años que viste a la Virgen de ojos claros, a la que "le cambia la cara según el día o la ropa", y que pone el alma en cada puntada que da en el taller de bordado desde hace 6 años. "Éste es nuestro rinconcito y entre hilos y agujas lo compartimos todo", dice.

Sin rastro de máquinas y con el sello de lo artesanal por bandera, estos bordadores se reúnen los viernes entre estas paredes, donde se las apañan incluso para ahorrar, ya que en lugar de salir a merendar, traen de casa el café y los dulces, no sin antes depositar un euro cada una en una hucha, como si lo pagaran en cualquier bar. "Con el dinero que reunimos compramos lo que vamos necesitando, incluso hemos financiado la saya de la Virgen", dice la profesora del taller, Carmen Domínguez, quien a sus 62 años lleva toda la vida bordando y ahora vuelca sus conocimientos aquí.

Domínguez está muy satisfecha con los resultados, aunque le apena el "poco reconocimiento que tiene la profesión debido a su desconocimiento". Normalmente "la gente ve lo doradito y dice qué bonito, pero desconoce todos sus entresijos y el trabajo que tiene". Vamos, que nadie dijo que esto fuera coser y cantar.

Daniel García, Raúl Zea y Manuel Gómez. encendedores del palio de La Lanzada. Una mecha de fe incombustible.

La Sevilla cofrade es una Sevilla de fieles costumbres y cuando la mecha de la devoción prende, es difícil que se apague. La misma mecha que Daniel García, Manuel Gómez y Raúl Zea encienden cada Miércoles Santo para que la Virgen del Buen Fin luzca resplandeciente desde la plaza de San Martín. Fue allí donde estaban momentos antes de que el Cristo herido en el costado por la famosa lanza fuera trasladado a su paso. Ante la alta congregación de fieles, la conversación se trasladó hasta los bancos de la capilla de la Divina Pastora de las Almas y Santa Marina. Fue allí donde relataron su particular Miércoles Santo.

Estos tres jóvenes sevillanos son los encendedores del paso de palio de La Lanzada, un oficio por el que "están muy agradecidos a la hermandad". Daniel, que ha salido de nazareno con cirio, de penitente e incluso de costalero del palio, hizo el año pasado las bodas de plata con la corporación y ahora, a sus 34 años, recuerda con cariño sus primeros pasos como cofrade, cuando a escondidas de sus padres y de su hermano -que le pagaba las cuotas-, sintió latir su corazón más deprisa ya como hermano de su cofradía.

Entonces no sabía, aunque sí intuía, que la mecha de la devoción sería incombustible y que le llevaría algunos años después a hacer la estación de penitencia delante de la Virgen del Buen Fin, iluminando su cara, "aunque el verdadero santo de mi devoción es el Cristo". Sus compañeros lo saben y le dejan escaparse unos minutos del cortejo para verlo entrar en San Martín.

También fue su familia, esta vez su padre, lla que hizo a Manuel, de 28 años, vincularse a esta corporación. Ha sido prioste y, al igual que Daniel, ha formado parte de la junta de gobierno. Cada Miércoles Santo, este oficial de Policía cambia su uniforme por el traje y la corbata y cede su autoridad a la que desde pequeño vela sus sueños.

Daniel con la caña, Manuel encima del paso y Raúl en los candelabros de cola; este grupo de hermanos y amigos lleva seis años iluminando el palio. Tomaron el relevo de un grupo de encendedores que cobraban por su labor, hasta que propusieron crear una cuadrilla propia.

Juan Salguero. Hermano del Cristo de Burgos."Es duro vivir la cofradía en la distancia".

Nada menos que de Burgos. De allí viene cada Miércoles Santo Juan Salguero García (militar) para hacer estación de penitencia con su hermandad y la de su hijo Daniel, el Cristo de Burgos. Y es que este norteño al que Sevilla adopta cada Semana Santa no falta ni un año a su cita con la cofradía, y los casi 800 kilómetros que separan ambas ciudades "no son impedimento para disfrutar de ese gran día que espero todo el año".

Desde muy niño ha sido devoto del Cristo de Burgos de la Catedral castellana. Vivía muy cerca del templo y lo visitaba casi a diario. Hasta aquí todo bien, pero, ¿de dónde nace su vinculación con la imagen homóloga en Sevilla? Pues bien, es otro fuerte sentimiento, el del arraigo, las costumbres, lo que le traen por aquí dos o tres veces al año "para vivir la semana grande del año y también para disfrutar de la capital en general", explica. "Mis padres son de Málaga y aunque yo he nacido en el Norte y he vivido allí, siempre quise vivir la experiencia cofrade de mis raíces andaluzas, y a sabiendas de la existencia en Sevilla de una hermandad con la advocación de mi devoción, este Miércoles Santo hará 15 años que solicité el ingreso como hermano".

Pero la fe y la ilusión pueden con todo y, como cada año, Salguero espera impaciente a que llegue la hora de escoltar a su Cristo desde San Pedro bajo el refugio de una solemne túnica negra, "para que mi hermandad se convierta en la más penitencial cofradía de nazarenos de Sevilla", de la cual forma parte como penitente desde el primer año motivado por un recordatorio que llegó a sus manos en una de sus visitas obligadas al Gran Poder, y que decía: Mírame, ámame, sígueme, pero con tu cruz, la tuya. Que yo lleve la mía y la lleve por ti.

(Puede leer las historias completas en la edición impresa de El Correo)

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