Cerca del Palacio de Congresos es inútil querer abrir el coche con el mando a distancia: es imposible, porque está plagado de potentes inhibidores de frecuencia, una medida de seguridad básica para evitar atentados durante la cumbre de ministros de Medio Ambiente de la UE que comienza hoy. Los inhibidores están pensados para bloquear los detonadores, aunque de paso bloqueen toda frecuencia que pillen por medio. Pero quizá sean lo de menos: policías antidisturbios, a caballo, expertos en desactivar explosivos o en localizarlos con perros, grupos que se adentran en las alcantarillas para asegurarse que no hay nadie ni nada peligroso e incluso un piloto que vigila desde un helicóptero los trayectos que recorren las comitivas de los mandatarios han convertido el Palacio de Congresos en una burbuja blindada a los riesgos.
Por debajo de Fibes, policías del grupo de Subsuelo recorrerán los conductos transitables varias veces al día mientras dure la cumbre. "A nosotros nos ha venido bien la lluvia porque hay conductos que se han inundado con un metro de agua, y ahí ya no puede entrar nadie", explica un oficial. Llevan dos meses rastreando una enorme superficie por debajo del suelo: todo el entorno de Fibes, de los hoteles en los que se alojan las 42 delegaciones, los lugares en los que se celebrarán actividades alternativas como la cena que esta noche ofrecerá a los ministros el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán...
Todos esos kilómetros de conductos en los que cabe una persona -los hay para desagüe, de sólo 30 centímetros- se han recorrido varias veces para asegurarse de que no ocultan nada peligroso, y luego se han sellado las entradas. En algunos casos se puede colocar a un policía las 24 horas ante la tapa si se considera insegura. Se ha consultado a todas las empresas que tienen conducciones subterráneas, pidiéndoles mapas y comunicándoles que no pueden estar bajo tierra estos días. Una decena de policías sevillanos y 20 llegados de refuerzo desde Madrid controlan esa cota cero.
Tampoco les ha faltado trabajo a los guías caninos que desde ayer recorren estas zonas sensibles con sus perros expertos en detectar explosivos, como el pastor alemán Rex y el pastor checo Aga. Los perros se entrenan desde pequeños para que se acostumbren a estar entre la gente -trabajan mucho en estaciones y aeropuertos y no pueden ser agresivos-, y se les enseña a que consideren un juego encontrar una sustancia determinada. Si la localizan, se les premia. Cada policía tiene dos perros, uno para droga y otro para explosivos, porque trabajan de forma distinta: los de droga se abalanzan sobre la sustancia, pero los de explosivos se sientan y se quedan quietos, mirando el lugar en el que han rastreado el olor. Ayer, "por suerte", dicen los policías que los llevan, ni Rex ni Aga se sentaron. En Sevilla hay 24 equipos caninos trabajando en la cumbre, la mitad llegados de Madrid como refuerzo. Si detectaran algo entrarían en acción los Tedax, expertos en desactivar los explosivos.
Además, un helicóptero supervisará las rutas de las comitivas oficiales y un total de 1.300 policías, incluidos agentes a caballo y antidisturbios, rodearán las zonas que hay que custodiar, convirtiendo Sevilla en la ciudad más vigilada de España.