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Bob Esponja absorbió la tormenta

Sólo los beduinos a caballo hicieron competencia a la carroza del héroe televisivo

el 05 ene 2011 / 20:17 h.

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La carrroza del personaje televisivo fue una de las más aplaudidas

Vive en una piña debajo del mar. ¿Quién será? No hay duda: es el nuevo Gran Visir de la cabalgata de Sevilla. Auténtico protagonista del desfile, la carroza de Bob Esponja –y Patricio– acaparó las miradas, las sonrisas y hasta los gritos de los pequeños sevillanos, más pendientes de su héroe televisivo que, incluso y a costa de llevarse un saco de carbón, los mismísimos Reyes Magos de Oriente. Su canción se escuchaba, no se sabe bien de dónde, junto a la estatua de El Cid, en el que no cabía un alfiler. “¿Dónde está Bob Esponja? Se preguntaba el joven David, de 9 años, que al oír la sintonía de su ídolo alargaba como podía el cuello para ver si divisaba, al menos en la lejanía la cabalgata.


Bob Esponja, que era recibido con canciones y gritos, parecía tener mano con la meteorología, y absorbió no sólo el protagonismo sino incluso el temor a la lluvia. Es más, pocos paraguas se veían en manos de padres y niños, que las tenían bastante ocupadas con carros de bebés, los primeros, y bolsas del supermercados, los segundos, que, en algún caso, eran tan grandes como ellos mismos.  


Sólo hubo alguien que pudo oponer resistencia al liderazgo de Bob Esponja: los beduinos a caballo. Los niños se agolpaban para tocar a los animales. Pero, más allá de eso, las primera sonrisa de los niños llegó con la primera carroza no anunciada. “Papá, mira, un camión de bomberos, que chulo”, decía un chiquillo, señalando a la cabecera de la comitiva.  


Llegaron las carrozas y las caras embobadas de los niños, que mostraban claramente sus preferencias. “La mejor es la de Lola”, decían Elena y Teresa, dos hermanas de dos y cuatro años, prácticamente al unísono. Su madre, Teresa Cruz, explica que es la de un familiar que va en la carroza de La Música, de las preferidas. Pero si hay una que queda grabada en la retina de los pequeños es la de Cenicienta, como explica José Manuel Chamorro, un padre que viene de San José de la Rinconada porque su mujer ha disfrutado toda la vida con la estampas de la cabalgata capitalina.      


Él, como muchos padres, también se apuntaron a la fiesta cuando, tras varias canciones de villancicos, sonó la música de Chihuahua. Los padres  se meneaban con la música y los hijos,  cómo no, seguían el ritmo sobre sus hombros. Y pobre del que parara, porque recibía un merecido puntapié.


La carroza de Charlie y la fábrica de chocolate, la de La Guerra de las Galaxias o la de Narnia coparon las preferencias de los niños, que se quedaron prendados cuando vieron pasar al enorme bólido rojo de Ferrari. “Fernando Alonso”, gritaba un joven fanático de la Fórmula 1, con sus manos ya repletas de caramelos. Al final, cuando pasó Baltasar y la cabalgata dejó esa enorme alfombra de chucherías, los padres tenían un último cometido: comprarle un globo de Bob Esponja a sus pequeños. Eso hizo Anastasio Muñoz, un vecino de la avenida de la Paz, para contentar a su nieto Biel, que llegó de Barcelona a ver sus majestades de Oriente.  

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