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Bradley Cooper no se toma en serio ser sexi

el 16 ene 2013 / 21:04 h.

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Bradley Cooper, uno de los guapos oficiales de Hollywood tras el éxito de la saga Resacón en las Vegas, se ríe cuando alguien le pregunta por el Oscar. El actor norteamericano, de 38 años, es candidato a la estatuilla por El lado bueno de las cosas, comedia romántica (se estrena la semana que viene) que destila buen rollo y en la que da vida a un hombre bipolar en tratamiento médico que regresa a casa de sus padres mientras se obsesiona con recuperar a su exmujer.
Cooper se ríe porque es consciente de las pocas posibilidades que tiene al lado de un astro como Daniel Day-Lewis, que tiene todas las papeletas por su interpretación en Lincoln, con la que Steven Spielberg aspira arrasar en los Oscar tras el chasco de los Globos de Oro.
“Para mí, el premio es estar nominado y poder ir a la ceremonia con mi madre. Es un honor estar al lado de tantos dioses. Es halagador”, comentó ayer en Madrid, ciudad que visitó antes de poner rumbo a Francia, Italia y Japón para seguir promocionando el filme, del que también es productor.

COINCIDENCIA EN MADRID
Lo que quizá no sabía Cooper es que su competidor Day-Lewis también estaba ayer en Madrid junto a Spielberg. El director y el protagonista de Lincoln, sin embargo, optaron por conceder cuatro entrevistas contadas. Todo lo contrario de Cooper, que atendió a la prensa de forma incondicional.
“Me gusta viajar. Me gusta la gente y me gusta hablar de mis películas. No quiero estar metido en una burbuja después de hacerlas”, aseguró para defender su periplo promocional.

Cooper, que luce anillo de casado a pesar de que en su biografía se asegura que está divorciado de la actriz Jennifer Esposito, también se rió cuando le preguntaron por el título que le ha otorgado la revista People: El hombre más sexi del mundo. “No me molesta, por supuesto. Pero no me lo tomo en serio. Es más, me alegro de que se acabe todo este follón”, respondió tajante como queriendo cambiar de asunto.
Al terminar la entrevista, Cooper se calzó, al revés, su gorra de béisbol y dejó en la mesa el bolígrafo con el que había estado garabateando mientras los reporteros le preguntaban tanto sobre su vida privada como sobre sus películas y proyectos.

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