Si le preguntamos al alcalde de Cannes, Bernard Brochard si le parece mal inaugurar sus ferias y mercados nos miraría extrañados. Cannes es un villorrio comparado con Sevilla. Eso no quita que estén orgullosos de su Festival de Cine que, por cierto, no le debe nada a los "cannois" porque fue una decisión tomada en París por el ministro Jean Zay en 1939.
Tardaron siete años en montarlo y después 23 años más en crear el Marché que es el pulmón que ha hecho de ese festival lo que es hoy en el mundo del cine. Sevilla ha tenido peor suerte. No ha tenido ningún ministro que apostara por hacer aquí el Cannes español, Franco veraneaba en San Sebastián.
Varios políticos demócratas sevillanos lo han intentado y es una ofensa a la inteligencia imputarles las dificultades que se han debido superar para tener un festival de cine en condiciones. Y si algo hay que achacarles es haber encomendado erróneamente la gestión a gente atrabiliaria que acabaron creyéndose, como los señoritos que son, que el festival les pertenecía pero pagando el Ayuntamiento sus aficiones hasta llevarlo a la ruina. Preguntad a A. Pérez.
Desgraciadamente no hemos encontrado en Sevilla a un Gilles Jacob o a Dieter Kosslick, director de la Berlinale cuyo alcalde, Wowereit, lo inaugura. Desear ser camarera de la Macarena, alguacilillo de la Maestranza, y exégeta de Antonioni no dan para dirigir un festival. La chulería de esa tropa cargante no está a la altura ni de Sevilla ni de Monteseirín, que es tozudo. ¿Sigo?
Abogado
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