La tenue luz de la tarde anticipaba el final de la Semana Santa en La Puebla de Cazalla. Todos los ojos estaban puestos en las puertas del Convento de la Candelaria donde, tras unos años encerrado debido a la lluvia, el cielo despejado hacía presagiar una estación de penitencia como hacía años no recordaba la Hermandad del Santo Entierro en la noche del Viernes Santo. Precedido por la música de capilla, el Cristo de las Aguas, obra de Castillo Lastrucci aunque restaurada por Ortega Brú, hacía su majestuosa salida ante un público deseando acompañar al Cristo yacente en su procesionar. Su soberbia seriedad en la salida es anticipo de lo que se vivió durante cinco horas en la calle. Poco antes, el patio del colegio aledaño al Convento era un hervidero de nazarenos esperando realizar su estación de penitencia. Era la hora más esperada por estos 250 penitentes de túnica negra que acompañan a sus sagrados Titulares en una noche eterna de luto. Tras el Cristo de las Aguas, llegaba la salida de la Dolorosa cuya pena se hace presencia en la talla de la Virgen de los Dolores, un tesoro de incalculable valor fechada en 1717 y realizada por Montes de Oca, quien durante su paseo arrastraba el fervor de los fieles que la han acompañado tras su salida. Esta talla, primera obra documentada de este imaginero, destaca por su hermosura y la seriedad del rostro. A su paso la admiración del nuevo bordado del interior de la bambalina trasera del paso de palio, que bailaba al son de la Banda María del Alcor, del Viso del Alcor. Al cruzar el dintel de la puerta, la marcha Macarena daba inicio a una noche infinita de soledad por las calles del municipio. Un momento para el recuerdo, las saetas cantadas por Rubito de Pará y José María Segura en un punto clave de la Semana Santa morisca: el paso por el arco de la Ermita, donde cada año se concentran los vecinos, en un momento de recogimiento en la oscuridad del Viernes Santo. A la una de la madrugada, el paso de palio se despedía un año más del gentío que se desplazaba hasta la plaza del Convento para fijar en su retina una imagen que tardará, si Dios quiere, un año en repetirse. El Santo Entierro ponía el broche final a la Semana Grande en muchos puntos de la provincia de Sevilla. Sin embargo, las nubes del sábado daban la bienvenida a algunas hermandades que aún quedaban por procesionar. Es el caso de la Hermandad de la Soledad en Morón de la Frontera cuya emoción era palpable en todo el paso de una cofradía que ha visto peligrar su estación de penitencia al no tener costaleros con los que ensayar. Finalmente, el brillante pasear de Nuestra Señora de los Dolores en su Soledad consiguió salvar este obstáculo y ha lucido recuperando la devoción en el sábado Santo.