Si hay un político al que las europeas han colocado al borde de la dimisión, ése es el primer ministro de Gran Bretaña, el laborista Gordon Brown. Su partido ha cosechado los peores resultados de esta formación en cien años, hasta el punto de que por primera vez ha quedado relegado al tercer puesto, por detrás del Partido Conservador y de un grupo antieuropeo.
Brown, un político de indudable raza, no está por la labor de abandonar el número 10 de Downing Street, pero la presión se le está haciendo insostenible. Tras el escándalo de los gastos de los diputados de la Cámara de los Comunes y sus desastrosos resultados en las elecciones locales del pasado jueves, cinco ministros han dimitido y le han pedido que se vaya para rearmar al Partido Laborista. Si con este paisaje tan abrupto es capaz de aguantar, Brown demostrará que es inmune a las presiones, pero cada vez se quedará más solo y abandonado.
