Economía

Bruselas pone en jaque la gran apuesta de Andalucía por la agricultura ecológica

La CE presenta un reglamento que impide la coexistencia de cultivos ‘verdes’ y convencionales en una misma explotación, semillas puras ecológicas y piensos con materias primas autóctonas.

el 30 sep 2014 / 13:00 h.

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Jaque a la agricultura ecológica andaluza y jaque mate en áreas geográficas donde domina la dehesa, como en la Sierra Norte de Sevilla, y varapalo a la decidida apuesta de la Administración autonómica por este modelo de producción agroganadera que está libre de productos químicos (en abonos y pesticidas) y que tiene en el extranjero su principal mercado. La Comisión Europea ha diseñado un reglamento que prohíbe la coexistencia de cultivos ecológicos y convencionales dentro de una misma finca y obliga a decantarse por unos u otros. Si llega finalmente a aprobarse, afectaría a más de la mitad de las explotaciones verdes en la comunidad, y casi a la totalidad de las comarcas de encinas y alcornoques, hábitat natural del porcino ibérico. Las almazaras son las segundas en importancia en la agroindustria ecológica andaluza, tras las envasadoras de hortalizas. / EFE Las almazaras son las segundas en importancia en la agroindustria ecológica andaluza, tras las envasadoras de hortalizas. / EFE Es más, desde España, y particularmente desde Sevilla, se ha orquestado una oposición tan frontal que el comité donde se reúnen las asociaciones agrarias de toda la Unión Europea (Copa-Cogeca) consensuó el pasado viernes en Bruselas un rechazo cuasi unánime. La normativa, sugieren en la patronal agraria Asaja-Sevilla, parece gestada por funcionarios que nunca pisaron el campo. De hecho, no sólo veta tal coexistencia, sino que impide la utilización de semillas convencionales en la producción ecológica. Esto, que parecería lógico, se topa con la cruda realidad de que escasea la simiente ecológica por dos razones: una, que es un modelo de producción relativamente reciente, en expansión, y en el caso de Andalucía, el 89 por ciento de la cosecha se exporta, no hay excedentes, ni tampoco un margen holgado para próximas siembras; y dos, sería complejo adoptar la norma para la arboleda, que puede tardar años o décadas en germinar. Un ejemplo. Un olivarero quiere adaptar su cosecha al modelo ecológico. ¿Pero cómo hacerlo si los árboles datan de hace décadas o siglos y hay que esperar varios años para que cualquier plantón comience a dar su primera cosecha? Vayamos a la Sierra Norte de Sevilla. Una dehesa cualquiera acogida a la agricultura verde y que albergue otros cultivos –por ejemplo, cereal– o ganadería de ibérico no ecológicos. Pues tendrá que abandonar estos últimos: a la inversa sería harto difícil. E igual ocurriría con fincas de cítricos o melocotones combinadas con otras producciones, algo habitual en la Sevilla agraria. Son cuestiones básicas pero que no despeja el reglamento comunitario que, además, obliga a que el pienso ecológico esté fabricado en buena parte con materias primas cosechadas en el entorno comarcal de la explotación ganadera, sin tener en cuenta que Andalucía es deficitaria en producciones cerealistas y oleaginosas, la esencia de la alimentación animal. Para Asaja, es un cúmulo de despropósitos, y así consta en un crítico documento aprobado por el Copa-Cogeca. «Algunas de sus disposiciones influirán negativamente en el desarrollo de la agricultura ecológica europea, desanimando a los agricultores en la conversión hacia ésta y, además, rompiendo la confianza del consumidor», señala. De hecho, añade, «en España aproximadamente el 45 por ciento [en Andalucía el porcentaje es superior] de las explotaciones convertidas son mixtas; es una etapa necesaria que puede superar el periodo de conversión previsto (de 3 a 5 años). Por consiguiente, es necesario permitir flexibilidad en las etapas de conversión». Pues que se separen las explotaciones en ecológicas y convencionales sería una repuesta. La réplica: «La división puramente jurídica de las explotaciones sólo conllevaría un incremento de la carga administrativa para los agricultores y un coste financiero adicional». Es cierto que Bruselas recoge para la obligatoriedad de las semillas ecológicas un plazo que llega hasta 2021. Cumplirlo sería improbable si al final se quitan las explotaciones mixtas donde, como hasta ahora, hay separación de tierras, animales y productos, y éstos están comercializados también por separado –las cosechas y carnes verdes suelen ser más caras–. «Pese a que ha mejorado la disponibilidad y la utilización de semillas ecológicas certificadas en el seno de la Unión Europea, no se dispone aún de un número suficiente de variedades, producidas en cantidad suficiente y adaptadas a todas las zonas climáticas», sostiene la respuesta de las organizaciones agrarias comunitarias. Y adaptar una simiente, por lo demás, acarrea varios años de investigación. Traducción: que habría productos –sobre todo en las hortalizas– que no se sembrarían por la sencilla razón de que combatir una plaga en una cosecha de simiente no adecuada a un clima resulta más difícil sin pesticidas químicos que por medios naturales. Esta última es una de las claves de la escasa adopción del modelo ecológico en cultivos como el algodón, también de gran importancia en el Bajo Guadalquivir. No en vano, en la falta de rentabilidad estriba uno de los principales obstáculos en la expansión de la agricultura ecológica. «La obligación de que al menos el 90 por ciento de los piensos para herbívoros y el 60 por ciento para animales monogástricos proceda de la propia explotación o de la región restringirá la complementariedad de las zonas de producción de cereales y de ganado». Una clara referencia al peligro en la dehesa. La Comisión Europea, asimismo, pretende imponer que, para que las crías sean ecológicas, los animales reproductores también lo sean, exigencia que rechaza Copa-Cogeca por implicar otro frenazo al crecimiento del sector. ¿Qué se juega Andalucía? En esta comunidad se contabilizaban el año pasado 949.000 hectáreas de agricultura ecológica, el 54 por ciento de las existentes en el conjunto del Estado, y 3.636 explotaciones ganaderas, el 60,6 por ciento de la cabaña nacional. 92.225 las cabezas de ganado y 22.494 colmenas, mientras que el principal cultivo es el olivar (54.800 hectáreas) pero la dehesa ocupa la mayor extensión. La facturación de la agricultura y ganadería ecológicas en la comunidad andaluza se estima en unos 400 millones de euros. Desde 2007 la Junta ha invertido 232 millones en impulsarlas.

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