Hace muchos años, el único resto de lenguaje arcaico era ese Vuesamerced con el que los hermanos del Silencio se trataban hasta en una tertulia con vino y olivas en la casa de hermandad. Ahora muchas palabras en desuso han vuelto y nos amenazan con instalarse en la vida cotidiana. Sevilla siempre fue madre y maestra en eso de las jergas. Hizo cristalizar la taurina que todos cuantos foráneos llegados a la Maestranza se esfuerzan en retener; se inventó también la que acompaña inevitablemente a todo aficionado al flamenco que se precie y en esto de las cofradías ya va por la tercera o la cuarta porque para eso es, de las tres aficiones, la más participativa y la más barata.
Antes esos lenguajes tendían a lo críptico, hoy a lo ceremonioso; la culpa la tiene, en parte, la lluvia porque, cuando la cofradía no sale, la tele y la radio están dentro de la iglesia y nos transmiten en las palabras de todo el que habla que la cofradía no hará estación a la Santa Metropolitana y Patriarcal Iglesia, que allí está Su Eminencia Reverendísima acompañada por alguien de la Venerable Orden Seráfica? Y eso se pega. El taxista me dice que su hijo sale en "Columna y Azotes" pero que es pequeño y lo recogerá cuando salga de la Santa Catedral. Lo dice tan normal, como si hubiera salido de La Vida del Buscón llamado Don Pablos, de Quevedo; bueno, de Don Francisco de Quevedo. Faltaría más.
Antonio Zoido es escritor e historiador