Local

¿Buenas palabras?

Son muchos los que creen que con "buenas" palabras se puede trasformar la verdad y evitar daños colaterales. Cuando el Consejo General del Poder Judicial dice que es justo poner una multa ridícula, en sí misma y por comparación, al Juez Rafael Tirado por el caso Mari Luz, la gente entiende lo contrario.

el 15 sep 2009 / 11:47 h.

Son muchos los que creen que con "buenas" palabras se puede trasformar la verdad y evitar daños colaterales. Cuando el Consejo General del Poder Judicial dice que es justo poner una multa ridícula, en sí misma y por comparación, al Juez Rafael Tirado por el caso Mari Luz, la gente entiende lo contrario. Es injusto, aunque tengan una explicación técnica.

Que la crisis era crisis lo sabía todo el mundo, también el gobierno, pero éste parecía convencido de que negar la evidencia con definiciones técnicas ayudaría a que el golpe fuera menor. Una actitud que pudo basarse no sólo, como se cree, en intereses partidistas o en el optimismo del Presidente de Gobierno, sino también en teorías de lingüística cognitiva según las cuales el lenguaje ayuda a crear un imaginario colectivo diferente y puede llegar a cambiar la realidad. Pero el problema que tienen los hechos es que son tozudos y aunque sea cierto que el lenguaje afecta a la percepción de esa realidad lo que no consigue es cambiarla por sí solo. Como cuando el PP decía defender a las víctimas de terrorismo y en realidad las utilizaba, o cuando afirmaba respetar la Ley de Interrupción del Embarazo mientras apoyaba la persecución a clínicas y con ellas a las mujeres.

Empeñarse en no llamar a las cosas por su nombre, para no asumir las consecuencias, confunde y da sensación de ineficacia, creando un muro contra el que se estrella la credibilidad. Y ese es el terreno abonado para el peor populismo. Lo sabe, por ejemplo, Esperanza Aguirre, quien, en el camino hacia el poder en su partido y en el país, defiende la cadena perpetua, o la luchar contra el aborto -"aunque sin llevar a las mujeres a la cárcel"-, e incumple leyes como la del Tabaco o la Educación para la Ciudadanía usando siempre un lenguaje directo, demagógico y conservador, muy eficaz en tiempos de crisis. Busca a la gente que empieza a no entender lo que otros le cuentan. El Ejecutivo, los demás poderes y los partidos sabrán si basta con retocar el lenguaje, porque sólo las palabras no cubren y pueden quedarse como El rey desnudo, en cueros.

Periodista. opinion@correoandalucia.es

  • 1