Conocer es prevenir. Es lo que han pensado en el Real Automóvil Club de España y, por eso, han ideado un proyecto de formación vial para niños con el que les inculcan el respeto a las normas de tráfico y les informan de las consecuencias, a veces mortales, de ignorarlas.
El RACC ha traído a Sevilla el Proyecto Búho, un progra- ma educativo por el que los pequeños de entre tres y 12 años aprenderán a aplicar las normas básicas de circulación durante los meses de verano con lo que, además, se ayuda a los padres que no saben qué hacer con sus pequeños cuando toca ir a trabajar en tiempo de vacaciones.
El taller ideado por sus expertos en tráfico se impartirá durante todo agosto y septiembre en cuatro escenarios diferentes: la Universidad de Sevilla, el Ayuntamiento de Dos Hermanas, el Círculo Mercantil e Industrial sevillano y el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
El objetivo está claro: promover una movilidad racional y respetuosa desde la infancia, para que los peatones de hoy sean conductores responsables mañana. Sólo el año pasado, 48 menores de 14 años murieron en las carreteras, una cifra elevada pero que supone un 34,2% menos respecto a las víctimas de 2005.
El RACC trata de inculcar estos valores de respeto y prudencia a través de una ciudad ideal que permite reflexionar sobre los problemas del tráfico. Así, los 39 monitores del club explican primero a los pequeños los sistemas de seguridad infantil (sillas, alzadores) y las medidas de seguridad básicas dentro de un vehículo. Luego, por grupos, afinan la información.
Por ejemplo, a los niños de tres a seis años los ponen a recortar, pintar y colocar señales sobre un circuito que deben ir recorriendo, un paseo durante el cual se les explica cómo deben comportarse en su coche, en el autobús, con las bicicletas, las motos...
Los más mayores, de nueve a 12 años, participan en la actividad Observa, que consiste en un paseo por los alrededores del lugar donde se realiza el cursillo, en el que se van detectando los errores tanto de los conductores como de los peatones. Los menores actúan como agentes de tráfico y dejan multas en los cristales de los vehículos en los que detectan alguna irregularidad.
Tras cada recorrido, los pequeños se sientan a debatir lo que han encontrado y se les explica por qué son necesarias las normas, cuántas vidas se pueden salvar e incluso cómo se puede ayudar al medio ambiente gestionando bien el tráfico. La meta es que cada niño, al llegar a casa, reproduzca lo bueno aprendido.