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Buscando a Masterchef en Sevilla

Alrededor de 150 cocineros andaluces optan a un puesto en la segunda edición del popular concurso televisivo.

el 14 ene 2014 / 18:42 h.

Casting de Masterchef en Sevilla. / Foto: Pepo Herrera Casting de Masterchef en Sevilla. / Foto: Pepo Herrera (FOTOGALERÍA DEL CASTING EN SEVILLA)

¿Qué unía a medio centenar de personas ayer a primera hora de la mañana en los aledaños del Hotel NH_Plaza de Armas? A primer golpe de vista podían concluirse dos cosas: se trataba de una cumbre de coleccionistas de tupperwares o de una concentración de vendedores de ajuar de cocina. Una vez en el hall se advertía de nuestro error, aquellos fueron, durante unas horas, los improvisados fogones en los que se está gestando la segunda parte de Masterchef, ese concurso de TVE que en su primera edición consiguió sentar a 30 millones de espectadores frente al televisor.

Durante dos días, un jurado del programa ha observado de cerca a 150 cocineros llegados de toda Andalucía, de Triana, sí –comoJesús, que presentó unas alcachofas con ríos de menta y suero de marisco– a Cortijo de los Callejones (Almería), desde donde llegó Javier Mateos dispuesto a presentar un potaje creativo de frutas del campo. “Han sido 9.000 las solicitudes que hemos recibido, por teléfono y a través de un cuestionario hemos reducido a 500 los aspirantes”, explicó ayer Ana Ayala, coordinadora del casting.

El nivel ayer era, por tanto, “muy alto, todos ellos son o podrían ser perfectamente cocineros”. Y todos ellos tuvieron que hacer frente a dos únicas pruebas: una entrevista personal y el emplatado o presentación, en 20 minutos, de un plato que traían prácticamente preparado, a falta de un golpe de fuego, horno o similar. Algunos, como Sancho, se complicaron bastante más trayendo bajo el brazo un camping gas para ultimar su pórtico hacia la gloria catódica: canutillos rellenos de nata, azafrán y langostinos. Una apuesta gastronómica de alto copete testada por un miembro del jurado que, al llevársela a la boca, resultó tan ser tan expresivo como una ortiguilla en marea baja.

En el hall del hotel, a las once de la mañana, en lugar de a café y pastas olía a jardín de las delicias. Pero tanto trajín fue un poco en balde... por ahora. Nadie marchó sabiendo nada sobre su futuro. En una semana los elegidos serán convocados a un macrocasting en Barcelona donde competirán 200 cocineros, de los que se escogerán a 50 que, finalmente, serán los que tengan que vérselas por primera vez en un plató de televisión en el que se decidirán los 15 concursantes llamados a filas en Masterchef.

“Y si no, no pasa nada, que lo importante es participar y pasárselo bien”. La frase, pronunciada en tono lacónico, con resabío pesimista y nula credibilidad la pronunciaba Elena, una aspirante que parecía no confiar demasiado en la capacidad embriagadora de unos pimientos del piquillo trufados con nosequé que zarandeaba de un lado a otro en un tupperware con más pinta de ser receptor de tortilla campera y picos jerezanos que de envoltorio de haute cuisine.

Una norma no escrita parece obligar a todo buen aspirante a Masterchef a orquestar el más difícil todavía. No porque todos sean adoradores de Ferrán Adrià, si no más bien por intuir que un título de un plato seduce más a mayor número de partículas relacionales y preposiciones. “¿El tuyo cuantas palabras tiene? El mío cinco”, “pues el mío seis”. No fue exactamente así, pero así se hacen mejor la idea de la tensa charla entre Zetano y Mengano, enzarzados en una agrio debate sobre la pertinencia del vinagre de Módena y el de orujo en pleno maridaje o cópula con ensalada de hinojos y huellas de mar (!)

El perfil social de los aspirantes es rotundamente heterogéneo. “Nos hemos encontrado con una señora que ha sido abogada y enfermera, de 70 años con nueve hijos. Tuvimos a un profesor de yoga que reside en Dubai y que vino expresamente para concursar. También han pasado por aquí un rockero de la vieja guardia, abogados, un arqueólogo y una empresaria vinícola”, relató ayer Ana Ayala.

La coordinadora, atribulada entre tanto cocinillas y asaeteada a preguntas, explicó también que la “diferencia” entre el proceso de selección de la anterior edición y de ésta es que al principio “la gente venía absolutamente a ciegas, no sabía que era el concurso y creían que, igual, no hacía falta tener nivel de cocina para presentarse”. “Pero este año ya han visto el programa y saben que tienen que tener verdadera pasión por los fogones y un nivel de partida bastante alto”, afirmó ayer.

   

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