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Cabdill de copes

Un joven y aún entero diputado andalucista, Rojas Marcos, se dirigía así al Presidente del Congreso, en plena escandalera en las bancadas centralistas. Señor Presidente: ¿Puede rogar a sus señorías que no se expresen con sus extremidades? Era entonces...

el 16 sep 2009 / 02:58 h.

Un joven y aún entero diputado andalucista, Rojas Marcos, se dirigía así al Presidente del Congreso, en plena escandalera en las bancadas centralistas. Señor Presidente: ¿Puede rogar a sus señorías que no se expresen con sus extremidades? Era entonces como ahora, no lo ha inventado Pujalte (sin duda, un primoroso instrumentista), una manera de expresión, pateo y manoteo, común y frecuente en el templo de la palabra democrática: el Parlamento. Éste, se entiende, porque no se recuerdan expresiones de discrepancia política semejantes en las Cortes de Franco, uniforme hasta en el color de chaquetas y chilabas. Y si eso ocurre en el Parlamento, qué podemos esperar de esa especie de limbo del gamberrismo que son los campos de fútbol, donde se insulta, escupe, tiran botellas, morros de cochino, se arrea con muletas, airean símbolos fascistas o nazis y se hace apología de la ilegalidad, exhibiendo racismo, xenofobia o cualquier otra expresión antidemocrática.

Pues, resulta que no estoy enfadado, dolido o estresado por la pita de la Copa; es más, me asiste una cierta satisfacción como demócrata al constatar que en democracia se puede pitar a quien y a lo que sea. Otra cosa es la educación o el seny. Parece que el informe Pisa se quedó corto. La escuela no sólo falla en matemáticas o idiomas, también en lo que antes se decía urbanidad. Estos mozos del norte y noreste peninsular han demostrado que en sus naciones respectivas, las familias y colegios no educan como debieran. La pita mayoritaria también demuestra que los militantes socialistas y populares de uno y otro club, que los hay y muchos, son unos cagados o están afónicos de pito. Y otra más de política. Entre uno y otro club, han ganado dieciocho Copas del Generalísimo en los cuarenta años de carencia. Echo de menos que los mozos y nois pitofleros o sus padres, no tuvieran, en tantos años, los cojones de pitarle a Franco, como tampoco a los Cuarenta de Ayete (ahora Aiete Jauregia) cuando se solazaban en Guipúzcoa o al citado cuando entraba y salía bajo palio en Montserrat.

Licenciado en Derecho y Antropología

aroca.javier@gmail.com

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