Local

Caída del capitalismo

Acaba de celebrarse la Asamblea General de Naciones Unidas. Si nos preguntaran a los ciudadanos por el resultado de la misma, lo más seguro es que la mayoría responderíamos: "Ah!, pero ¿ha habido Asamblea de la ONU?" En este caso, la ignorancia no es la consecuencia de falta de información sino de falta de comunicación por parte de los protagonistas que hablaron en esa Asamblea.

el 15 sep 2009 / 16:36 h.

Acaba de celebrarse la Asamblea General de Naciones Unidas. Si nos preguntaran a los ciudadanos por el resultado de la misma, lo más seguro es que la mayoría responderíamos: "Ah!, pero ¿ha habido Asamblea de la ONU?" En este caso, la ignorancia no es la consecuencia de falta de información sino de falta de comunicación por parte de los protagonistas que hablaron en esa Asamblea. La razones podemos situarlas en el unilateralismo en el que se desenvuelve el mundo actual; cuando en la ONU concurrían los representantes del mundo del Este comunista y enfrentaban sus visiones con los representantes del mundo democrático occidental, todo el mundo sabía que allí, en Naciones Unidas, se fraguaba con la palabra el orden internacional. Los más veteranos recordarán los grandes debates protagonizados por los presidentes de la URSS o por Fidel Castro y las réplicas contundentes de los presidentes del mundo occidental. Sólo con saber que el modelo nuestro era superior al comunista, se justificaba el sistema en el que vivíamos. Hoy, afortunadamente para la libertad y la democracia, el sistema comunista se hundió y sólo oímos, desde el año 1989, el discurso occidental. Ahora ya no se contraponen modelos porque aparentemente el triunfo del mercado lo arrasó todo. Quedarse con un único modelo tiene el inconveniente de no poderlo comparar con otro más feo y menos satisfactorio. El resultado es que comenzamos a darnos cuenta de que lo nuestro no era tan bello, que tiene defectos, que se le ven las arrugas y que comienza a horrorizarnos cuando vemos su imagen reflejada en el espejo.

Por si fuera poco, el líder mundial del capitalismo, el presidente Bush, ha roto todos los mitos sobre los que se sustentaba el sueño americano; a saber: EEUU ha perdido su imagen de invulnerable con la guerra de Irak; ha perdido su capacidad de liderazgo mundial y ha hecho añicos su programa ideológico con el que ganó las elecciones. Imagino que muchos ciudadanos estadounidenses, a la vista de lo que está ocurriendo en su país, tendrán la misma sensación que tendría un cristiano al que, de pronto, le hiciera saber el Papa que Dios no existe. No se sabe qué pensará el americano medio, al que le avisaron de los peligros que encerraba el presidente de Venezuela cuando este verano decidió comprar el Banco de Venezuela al Banco de Santander, viendo al señor Bush nacionalizando el sector financiero norteamericano.

Ahora que están próximas las elecciones presidenciales de EEUU, escuchamos los desmedidos elogios que más de un corresponsal de prensa realiza sobre el sistema electoral americano en comparación con el español. Siempre he pensado que cada país organiza su democracia en función de sus características y peculiaridades; no diré que nuestro sistema político sea mejor que el americano, pero tampoco caeré en el papanatismo de los que siempre consideran mejor aquello que se hace fuera. Si tuviera que establecer comparaciones, diría que me alegro de vivir en un país cuyo sistema político se eleva por encima del puritanismo del norteamericano. Recordemos que al presidente Clinton casi le cuesta la presidencia el asunto de la becaria que apareció sin avisar debajo de la mesa de su despacho. Afortunadamente, en España somos más serios y no pedimos responsabilidades a nuestros gobernantes por ese tipo de cosas, pero sí tengo la completa seguridad de que en nuestro país no se hubiera tolerado que hubiera seguido en su puesto un presidente que hubiera llegado a los niveles de impopularidad de Bush o un presidente que hubiera terminado su mandato haciendo exactamente lo contrario de lo que defendía con tanto ardor y entusiasmo.

En España el presidente Zapatero ha comenzado a emplearse fuerte con la crisis que azota al sistema capitalista; las medidas tomadas el martes pasado comienzan a serenar y a tranquilizar a los ciudadanos y, sobre todo, al mundo empresarial, que se desesperaba viendo cómo el discurso de la solvencia de nuestro sistema financiero no servía para nada en tanto en cuanto nuestros bancos, sin duda más solventes que los anglosajones, se comportaban a la hora de aportar créditos con la misma timidez y restricción que éstos últimos. No se entendía muy bien que supiéramos que los bancos españoles estuvieran sanos pero que se comportaran como si estuvieran enfermos. Las medidas de Zapatero ayudarán a que el sano se comporte como tal y que la inyección de dinero prometida permita que la banca fortalezca sus líneas de descuento para una industria española que, en la mayoría de los casos, anda a medio gas no por falta de clientes, sino por falta de financiación. Solo haría falta que al igual que hizo Felipe González hace algo más de veinte años, se arbitren medidas para aflorar los algo más de cincuenta mil millones de euros ocultos y que servirían para una nueva inyección al sistema financiero español. No olvidemos que en España se acumula el 40% de los billetes de 500 euros de toda la Unión europea. Sin duda porque es más fácil ocultar una fortuna en un cajón con ese tipo de moneda.

  • 1