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Cainismo

Cuentan que un rey, agradecido por el trabajo que había hecho uno de sus súbditos, decidió premiarle con la satisfacción del deseo que quisiera pedirle su fiel vasallo. "Pide lo que quieras y se te concederá", le dijo el rey; "pero ten en cuenta, que lo que me pidas le será concedido a tu peor enemigo por duplicado", añadió el monarca.

el 15 sep 2009 / 18:04 h.

Cuentan que un rey, agradecido por el trabajo que había hecho uno de sus súbditos, decidió premiarle con la satisfacción del deseo que quisiera pedirle su fiel vasallo. "Pide lo que quieras y se te concederá", le dijo el rey; "pero ten en cuenta, que lo que me pidas le será concedido a tu peor enemigo por duplicado", añadió el monarca. Después de unos instantes de reflexión, el súbdito habló: "Quiero que se me saque un ojo". Estaba claro que el vasallo prefería quedarse tuerto con tal de que su enemigo se quedara ciego.

Viene esto a cuento de la última polémica que se ha producido en España, con ocasión de las declaraciones que, al parecer, ha hecho la Reina de España y que han sido recogidas en un libro de reciente aparición, firmado por la periodista Pilar Urbano. Según la autora del libro de marras, Doña Sofía ha manifestado sus opiniones respecto a asuntos y temas que en los últimos tiempos han acaparado la discusión de los españoles, tales como los matrimonios entre personas del mismo sexo, la eutanasia, el aborto, la religión, los movimientos feministas, la fiesta del orgullo gay, etc., asuntos en los que, también, el resto de los españoles manifestamos disparidad de criterios.

Da la sensación de que en España aún no hemos sido capaces de situar a cada uno en el papel que le corresponde y en lo que la tradición, usos y costumbres corresponde. Quienes han manifestado su decepción o irritación por las respetables opiniones de la Reina, han olvidado que, precisamente, por ser reina, Doña Sofía hubiera defraudado incluso a los más avanzados en esos temas si sus opiniones hubieran sido las más progresistas de cuantas se hayan expresado hasta la fecha. Me imagino la cara de muchos si, al final, resultara que cualquier miembro de la Familia Real nos pasara por la izquierda a quienes tenemos una idea más avanzada de las situaciones nuevas que la sociedad se va planteando con el paso del tiempo. No se debe olvidar, si se quiere ser ecuánime, que la Monarquía es una Institución tradicional y que, de igual forma que nos escandalizaría un camarero que metiera el dedo en el café que nos sirve de buena mañana, también nos sorprendería que una Institución tradicional se pasara de tradición apostando por los pensamientos más avanzados en asuntos de moral y costumbres. Vamos, ¡que no entra en cabeza humana que la Reina de España pasara por ser la más progre de la pandilla!

Pero suponiendo que algunos hayan sentido un cierto dolor por no encontrar respaldo en las palabras de la Reina hacia las causas que defienden con toda justicia, resulta bueno recordar que todos, en un momento de la vida, hemos tenido la sensación de defraudar o de haber sido defraudados. Nadie podrá levantar el dedo para afirmar que a él nunca le decepcionó su padre o su madre, su hermano o su amigo; ¿quien no ha tenido la sensación de que en algún momento la actitud de sus hijos no le ha hecho sentir que lo que más quiere le defraudó en tal o cual acción, con tal o cual comentario? ¿Quién no ha percibido, en alguna situación concreta, que ha malogrado la confianza que se puso en él? Yo soy un ferviente fan de Joaquín Sabina; me gusta toda la música que hace y la poesía que escribe; les confieso que, en alguna ocasión, me defraudó cuando emitió alguna opinión que no comparto, pero eso no ha sido motivo suficiente como para que yo haya dejado de escuchar su música y comprar sus discos, de igual forma que nadie reniega de sus hijos, de sus padres o de sus amigos, porque en algún momento hicieron algo que no nos agradó. Por encima de esas circunstancias, existe algo muy fuerte que se conoce como lealtad; esa palabra que expresa la ligazón que uno siente hacia alguien a la que se considera una persona cabal, de la que uno puede fiarse. Un error no nos concede el derecho a renegar de aquello que consideramos decente. Somos muy aficionados a estar a las caídas. Da la sensación de que, en más ocasiones de las necesarias, nos pasamos la vida alumbrando con la linterna para descubrir el error en los demás y, así, poder renegar de aquello que en muchísimas ocasiones nos ha sido útil, necesario y beneficioso.

Aquí parece más sencillo perdonar al Dioni que a la reina Doña Sofía; es como si disfrutáramos amargando la vida al prójimo, cuando ese prójimo ha estado muy próximo a nosotros en multitud de ocasiones y circunstancias. Parece que disfrutamos quedándonos tuertos si los demás se quedan ciegos. Que la Reina se equivocó, pues "que venga la República" parecen decir algunos, olvidando lo que este país nuestro le debe al reinado de D. Juan Carlos y, particularmente a la Reina Sofía que, aunque algunos no lo crean, dedicó su vida a la paz y concordia de los españoles.

No debería ser tan fácil olvidar la trayectoria de tantos españoles a los que España tanto debe; fijarnos en la noche electoral norteamericana debería ser un capítulo de la asignatura Educación para la Ciudadanía, para que todos aprendamos como se pueden dirimir las diferencias elegante y democráticamente.

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