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Calenturas de verano

Dicen algunos historiadores que los golpes de Estado -valga el del General Franco- se producían casi siempre a comienzos del verano porque el calor altera los espíritus; en mi pueblo se decía que "recalentaba el celebro", por el cerebro, claro.

el 15 sep 2009 / 06:58 h.

Dicen algunos historiadores que los golpes de Estado -valga el del General Franco- se producían casi siempre a comienzos del verano porque el calor altera los espíritus; en mi pueblo se decía que "recalentaba el celebro", por el cerebro, claro.

Como los golpes de Estado han pasado a mejor vida, el recalentamiento se ha situado en otro nivel: en el de los golpes de mano. Siempre hay osados que lo intentan y la prensa anda estos días llena de ellos. Anteayer el rector de la Olavide se descolgaba con la creación de un hospital privado adjunto a la Universidad por si en la Junta de Andalucía no se acordaban de que esos terrenos habían sido cedidos para instalaciones públicas.

Ayer, como si tal cosa, Altadis lanzaba la idea de "rentabilizar" la fábrica de tabacos que cerró con un proyecto faraónico, digno de una marca de cigarros egipcia, y se llevaba el primer premio ésa de construir una réplica del Titánic junto a la Torre del Oro. Cuando yo vivía en Venecia, una mañana me topé con el Dédalo, de la marina española, atracado junto al Palacio Ducal.

La estampa me acompañará toda mi vida por una razón, porque al día siguiente el barco se había ido: el Dédalo era un portahelicópteros y el Palacio lo que fue y lo que será, un monumento, como la Torre del Oro y el emparejamiento, una visión efímera. Como -esperemos celebrarlo- estas calenturas veraniegas del cerebro.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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