En el mundo católico, aparte de Roma, sólo Venecia y Sevilla albergaron en el siglo XVII a todas las órdenes existentes. Una Sevilla opulenta se llenó de conventos con monjas de vida contemplativa cuando la sociedad creía que debían existir personas que rezaran continuamente para salvar a las demás de la ira divina.
Por eso no importaba contribuir con limosnas y donaciones al sostenimiento de aquellas cuyos cenobios, además, servían como refugio a huérfanas, viudas, repudiadas... Cada época tiene sus colores y ahí tenemos aun muchos de ellos, con problemas de toda índole porque la ciencia explicó las causas de aquellos pretendidos castigos y la gente ahora dirige las limosnas a las ONG.
Cada persona es sagrada y debe poder elegir su modo de vida; en muchos casos, además, los conventos siguen siendo objetivamente refugio de chicas de lejanos países, condenadas allí a no se sabe qué; son en todo caso un jirón más del manto de armiño de nuestra historia imperial. Hace años hicieron su peculiar revolución industrial creando lavanderías, granjas, pastelerías?, pero que los edificios amenacen ruina debe ser un calvario para esas mujeres.
Es necesario un plan integral con el concurso de todos, en el que serán buenas todas las ideas; todas menos las electoralistas. Jugar a eso sería una indignidad pero es a lo que ha olido alguna declaración a propósito de Las Teresas.
Antonio Zoido es escritor e historiador.
