El próximo lunes se cumplen veinte años de la desaparición de Camarón de la Isla , para muchos el cantaor más grande de todos los tiempos. La enfermedad se lo llevó el 2 de julio de 1992, pero su obra permanece y da testimonio de su talento prodigioso, su sabiduría y su audacia, que le permitió también pasar a los anales de lo jondo como un gran revolucionario. Con motivo de este aniversario, El Correo ha pedido a seis prestigiosos críticos y estudiosos del flamenco, afines a escuelas muy distintas entre sí, que escojan el disco de Camarón que más les ha marcado, y expliquen por qué. La única respuesta que se repitió en todos los casos, invariablemente, fue esta: es imposible quedarse sólo con un disco de Camarón. Pero había que intentarlo...
Luis Clemente
‘Al verte las flores lloran' (1969)
Es curioso, pero el primer verso del primer tema del primer disco de Camarón parece dedicado a los flamencólicos: "Anda y métete en aquel rincón/ donde las mosquitas no te coman..." En cualquiera de sus tres primeros discos, su voz era una potencia, un fenómeno de la Naturaleza. Pero éste, publicado a finales de los años 60, fue el disco de la revelación. El padre de Paco, Antonio Sánchez Pecino, le ponía cantes, luego le daba las letras y las hacía de un tirón. Es increíble comprobar la fuerza que tenía, y cómo cantaba: como un joven viejo.
Félix Grande
‘Canastera' (1972)
Si tuviera que quedarme con un disco de Camarón, elegiría sin duda Potro de rabia y miel, el último que grabó, muy enfermo, trozo a trozo, y acompañado por Paco de Lucía. Recuerdo que en aquellos días Pulpón llamó a Paco ofreciéndole un concierto bien pagado, y éste lo rehusó diciendo: "¿Tú crees que ése es un argumento? Estamos hablando de lo último que va a grabar José". Pero también recomendaría Canastera, por varias razones:_una, porque en esa época tenía Camarón una de las afinaciones más perfectas del flamenco. Dos, porque ya entonces tenía ese don que, cantase por bulerías o por tangos, su voz sonaba como por seguiriyas. Ye tenía la capacidad de transmisión, lo que en la música culta llaman la dinámica. Y tercero, ahí está ese cante, la canastera, el agregado de Camarón a la Historia de las estructuras flamencas, el mismo que llegó a enseñar a un loro que le trajo Paco de América.
José Luis Ortiz Nuevo
‘La leyenda del tiempo' (1979)
Me quedo sin duda con este disco, La leyenda del tiempo, por la frescura que tiene, por la manera de unir temas populares o canciones de Kiko Veneno y darle a todo ese poso de hondura tan espléndido, poderoso e hiriente. Recuerdo que hice una crítica en el periódico en la que manifestaba que no me había dejado satisfecho, tal vez esperaba más transformaciones, composiciones de un carácter más radical, sin caer en la cuenta de que Camarón era, esencialmente, un intérprete de la tradición, y en ello estriba una de sus grandezas. Reconocí que me había equivocado, y vuelvo a reconocerlo ahora. Es una de esas obras que, cuanto más la escuchas, más la valoras.
Manuel Bohórquez
‘Calle real' (1983)
Elegir un solo disco de Camarón es como si nos obligaran a quedarnos con un único paisaje de Andalucía. ¿Los pueblos blancos de Cádiz?, ¿la Sierra de Cazorla?, ¿la Alpujarra de Granada?, ¿los montes de Málaga?, ¿el puente de Triana de noche?, ¿La Caleta de Cádiz al atardecer? Me impactó Calle Real, editado en 1983. El genio estaba en su mejor momento, con ganas de reinventar la música flamenca, que se abría a experiencias musicales de todo tipo. Paco de Lucía ya iba de vuelta y Tomatito era el recambio perfecto. Benavent, Dantas, Pardo y Raimundo, la orquesta soñada. Camarón tenía ya la voz jería, pero emborrachó de compás las bulerías de La Perla y de aguardiente, el fandango cané del Alosno. Vivía enamorado, era esclavo de los besos de La Chispa y, como el viento, quiso caminar solo hacia la inmortalidad. Pero nada es eterno. No es fácil quedarse con un solo disco de Camarón. Con el universal cañaílla es imposible.
Fernando González-Caballos
‘Soy gitano' (1989)
Es una pasada de disco. Es un disparate, ésa es la definición más académica que puedo dar de un trabajo como Soy gitano. En él, Camarón se muestra en plena madurez y dominio de sus cualidades. Es perfectamente consciente de lo que quiere hacer, se reúne de grandes colaboradores, como el productor Jesús Bola, y de grandes guitarristas, muchos músicos buenos, la Royal Philarmonic Orchestra... Pero sobre todo, es un cantaor que hace lo que quiere, en el momento que quiere. Escucho Dicen de mí, y todavía se me ponen los vellos de punta. Ahí está el himno camaronero por excelencia.
Juan José Téllez
‘Potro de rabia y miel' (1992)
Creo que sería incapaz de desoír ningún disco de Camarón de la Isla. Cierto es que no eran perfectos: por eso seguimos considerando que fue creado a imagen y semejanza de los seres humanos, y no de los dioses. Que no cantara seguiriyas de no se quién o soleares de no se cuántos, vale. Pero, ¿quién es capaz de cantar lo que cantaba y de hacerlo como lo hacía? Me piden un título y te propongo uno, Potro de rabia y miel, su última entrega. Y nunca mejor dicho lo de entrega. Le costó mucho trabajo grabarlo y ese desgarro casi agónico sigue notándose ahí, con la mano maestra de Paco de Lucía componiendo el resultado final como si los fragmentos salvados de su garganta tan oscura como hermosa fueran las teselas de un mosaíico colectivo. No fue un disco, sino un acto de heroísmo en el que tuvieron arte y parte muchos otros cómplices de José, como su viejo Pepe de Lucía y su por entonces joven admirador, Miquel Barceló, con una portada que reflejaba extrañamente ese potro rampante, primitivo y casi pornográfico, que estaba seguramente haciendo el amor con la vida. Y con la muerte.