Alférez y Olivero estaban dispuestos a las 5.30 horas. Sabían de su responsabilidad y el ambiente de la Plaza de España, cuando entraron a las 6.30 horas, ya no dejaba lugar a dudas. Villamanrique les había encomendado su Simpecado y su misión era llevarlo hasta El Rocío.
"Todo ha sido como todos los años, pero es verdad que se vive de una manera especial, con una emoción diferente", comentaba Rocío Martín cuando recordaba, con los ojos vidriosos, la salida de su otra hermandad. Rocío, la madre del pequeño hermano mayor manriqueño, es almonteña y de su cuello cuelgan permanentemente las dos medallas.
La plaza estaba llena e hicieron un pasillo para que el presidente, que también se estrena, Juan Márquez, y el hermano mayor, José Manuel García, arropado por sus padres, subieran a los porches. Entonces llegaron los bueyes, Alférez y Olivero, tirando de la carreta del Simpecado y -la experiencia manda- subieron, como ninguna, los nuevos porches. Villamanrique ya estaba lista, ya era hora de ponerse en camino. No había Misa de Romeros -sería ya por la noche, a las 21 horas, en la parada de Pinto-, sólo una salve y todas las oraciones por sevillanas que brotaban de los corazones manriqueños. El hermano mayor le ofreció un ramo de flores y empezó el camino.
El recorrido es corto, uno de los más pequeños de los que hacen las hermandades rocieras para llegar hasta la aldea almonteña, pero Villamanrique lo saborea. Disfruta cada tramo junto a su Simpecado. Y es que la Más Antigua congrega a casi 5.000 peregrinos pese a que su pueblo no supera los 4.000 habitantes.
"Le aconsejo a todo el mundo que venga, al menos una vez, con Villamanrique", confesaba José María Fuentes, vecino de Aznalcázar que eligió a la filial manriqueña para hacer su primer camino junto a un grupo de 25 personas de Sevilla, de Écija y de su pueblo. "No quiero hacer comparaciones, pero es que aquí me siento como en casa. Es increíble, pero he comido en plena Raya Real langostinos frescos que me ha ofrecido una familia que no conozco de nada".
Superados los bancos de arena, llegó el momento del sesteo, a lo lejos ya se veían las palmeras de Palacio y Villamanrique, puntual, se preparaba para el saludo a la familia Noguera. Aquí llegó la única decepción del día. "Estamos muy indignados", coincidieron Diego Bermejo y Manuel Márquez. Desconocen los motivos, pero "por primera vez en la historia" de peregrinación de esta hermandad jamás se habían quedado las puertas cerradas de Palacio. Tradicionalmente, la familia abría la puerta para saludar y Villamanrique rezaba su salve ante el azulejo de la Blanca Paloma que corona la puerta. Pero no pudo ser. Rezaron, como siempre, pero nadie los recibió.
Después del disgusto, se encaminaron a la nueva zona delimitada para su sesteo. Un terreno vallado y marcado con el número 5. Allí, a las indicaciones de Pepe, uno de los colaboradores del alcalde de carretas, se dirigió el Simpecado rodeado por cientos de peregrinos. Bajo la sombra de unos eucaliptos, se repitieron los cantes y el baile por sevillanas de unos jóvenes con discapacidad, de la Asociación Arco Iris que van haciendo el camino en un coche del hermano mayor.