Toros

Campos sí se ganó la repetición

El novillero extremeño le sacó dos cabezas a sus compañeros de terna mostrando solvencia, firmeza y gran capacidad.

el 12 may 2013 / 23:13 h.

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Plaza de la Real Maestranza de Sevilla Ganado: Se lidiaron seis novillos del Conde de la Maza, desigualmente presentados y con media baja en líneas generales. A pesar de todo tuvieron algunas teclas que tocar, especialmente el lote conformado por el tercero y el sexto. También se dejó a medias el cuarto y el quinto resultó tan soso como manejable. Novilleros: Miguel Ángel Moreno, de azul cobalto y oro, silencio tras aviso y silencio. Roberto Blanco, de after eight y oro, silencio y silencio. Tomás Campos, de pizarra y oro, vuelta al ruedo algo forzada tras un aviso y vuelta al ruedo. Incidencias: La plaza registró un cuarto de entrada en tarde primaveral y de buena temperatura. En las cuadrillas destacaron Antonio López y Fernando Sánchez banderilleando al cuarto de la tarde. También se desmonteraron Montoliú y Manuel Izquierdo.

El espectáculo, que no fue tal, duró mucho más de la cuenta y enseñó algunas cosas que no deberían pasar. También dibujó un aspecto despoblado de los tendidos sevillanos. En las novilladas -como en las corridas- la gente sabe lo que quiere ver y aunque los chavales anunciados en domingos anteriores no han aprovechado algunas oportunidades de oro, sobre el papel no había color.

El panorama ayer era otro. No se esperaban dulzuras del encierro del conde de la Maza y tampoco se sabía demasiado de los dos primeros chicos de la terna.  Los tres se presentaban como novilleros con picadores en la plaza de la Maestranza. Y los más avezados sí sabían de sobra que el extremeño Tomás Campos -apoderado por Rivera Ordóñez y su fiel Curro Vega- podía marcar la diferencia. Así fue, aunque a más de uno le habría encantado verlo anunciado con esas buenos encierros anteriores -de Juan Pedro Domecq, Núñez del Cuvillo y Villamarta- que han puesto a algunas muchachos en evidencia.

La novillada parecía marchar hacia el sumidero cuando salió el tercero. Campos lo lanceó compuesto, perdiendo el engaño. Pero allí había otra aptitud y sobre todo otra actitud. El comportamiento del utrero del Conde de la Maza fue mejorando a lo largo de una lidia exageradamente escenificada por Montoliú. Campos se puso de verdad y tiró de él, comprometido siempre hasta resultar alcanzado sin consecuencias. Proteston por el izquierdo y cortito de viajes, el extremeño se convenció de que el lado bueno era el diestro y su labor -de menos a más- tuvo tanta solidez como entrega. Las ceñidas manoletinas que pusieron firma a la faena no estuvieron rubricadas con la espada y aunque había sacado ventaja a sus compañeros no debió forzar tanto una vuelta al ruedo que no quitaba ni añadía nada a la buena impresión mostrada.

Lo mejor vendría con el sexto, un novillo no exento de nobleza pero complicado de puro tardo e imprevisible. Campos se entregó a tope y se puso en el sitio de torear sin importare los molestos frenazos entre muletazo y muletazo que hacían difícil permanecer en la cara. El novillero extremeño mostró un trazo rotundo, supo dejar puesta siempre la muleta y apuró todas las posibilidades del bicho escenificando un sincero arrimón que sólo fue estropeado por el inoportuno e improcedente corte de la música de Tejera. Pero Campos estaba metido entre los pitones y la gente andaba encajada en su quehacer, culminada esta vez por bernardinas muy ceñidas y una deficiente espada que le escamoteó el triunfo. Merece volver.

Y hablando de vueltas, difícilmente volverán a pisar el albero sevillano el murciano Miguel Ángel Moreno y el vallisoletano Roberto Blanco, a los que se les hizo ancho, anchísimo el viejo ruedo del Baratillo. A veces se les hace un flaco favor a los chavales poniéndoles donde no deben estar. El quinario indisimulado que pasó el tal Moreno se lo podía haber ahorrado a la parroquia y a él mismo. Naúfrago y sin recursos con el primero de la tarde, permitió que las palmas del inédito cuarto se las llevaran sus hombres de plata, autores de un segundo tercio un punto novelero. Tampoco se puede recordar casi nada de Roberto Blanco. Se tapó algo con el segundo y no se puso delante del quinto. Mal.

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