Así empezó y así acabó el Betis.
A Pepe Mel seguramente debió de atravesarle un escalofrío el viernes cuando echó un vistazo a la nómina de jugadores sanos y comprobó que no pasaban de diecinueve. Es decir, los imprescindibles para elaborar una convocatoria y uno más. Excepto en la delantera, el míster se vio forzado a introducir novedades en todas las líneas: Belenguer en defensa, Arzu en el centro, Israel y Ezequiel en las bandas... Lo bueno de este Betis es que hay tanta hambre de ganar y jugar que todos corren igual o más que el compañero de al lado, esté quien esté, y que por tanto nunca hay un once de circunstancias. Eso no significa que el líder de Segunda jugase bien. Era lógico, el equipo venía de darse una paliza y hubo clarísimas muestras de agotamiento, por ejemplo en Nacho, que lleva quince partidos consecutivos de Liga sin descansar un minuto. El Alcorcón, además, se encerró en su campo e hizo todo un poco más difícil. Intentó Mel abrir el campo, pero Israel casi nunca eligió la opción buena, Arzu alternó claros y oscuros y el juego en general fue lento, pesado, casi inofensivo. La calidad, sin embargo, pudo más que cualquier contratiempo. Rubén halló al fin un hueco y lo explotó y a partir de ahí, a controlar y jugar al ritmo de ese jerarca llamado Salva Sevilla.