Desde que el Teatro Central se erigiera allá en 1992 como templo de las vanguardias escénicas en Sevilla, Carles Santos mantiene un idilio con el escenario de la Cartuja. A él acude, por séptima vez, hoy y mañana a las 20 horas para presentar su asalto a la ópera llamado El fervor de la perseverancia.
Escuchar a Santos es atender la palabra de un demiurgo de las vanguardias músicales y escénicas en España. Reverenciado en Estados Unidos cuando en los 70 su país lo tenía por un loco extravagante, hoy Carles Santos continúa siendo un francotirador de las artes, capaz de tocar el piano hasta que le sangren las manos, de interpretar a Bach mientras le persigue una desquiciada pianola o de mezclar, es el caso de El fervor de la perseverancia, un homenaje a la música clásica con dibujos animados y porno explícito.
Con nueve Premios Max en su carrera -ningún otro artista reúne tanta distinción-, Santos vuelve para llenar el Central con una obra que "rompe el esquema de la palabra ópera". "En mi caso no empleo ni libreto ni argumento, sólo una cantante, una actriz desnuda, una proyección y un piano en el que interpreto obras mías junto a otras de autores como Victoria, Chopin y Wagner", explicó.
A pesar de que El fervor es el montaje "más austero" de cuantos ha realizado, Santos no renuncia a su singular iconografía rica en porno jocoso y difíciles piruetas escénicas. De momento, el músico de Vinaroz sitúa en escena unas sillas de un antiguo teatro, unas lámparas y una lavadora. Con este atrezzo, el creador de Ricardo i Elena vuelve a transitar su singular "estética estilizada de lo borde", como definió su creación el responsable del Central, Manuel Llanes.
Enciclopedia del arte más rabioso, Santos reconoció cómo su inspiración bebe de fuentes directas como la obra multidisciplinar de John Cage y valoró positivamente la existencia de "tantas deliciosas excentricidades que hay que conocer". En este sentido, el artista trajo a la memoria al compositor La Monte Young que lleva años "viviendo con la misma nota, tocándola al piano, escuchándola todo el día, en la calle y en cualquier lugar. Incluso ha pedido que cuando muera, en su ataud suene esa nota, la suya. Bellísimo, ¿no creen?".
