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''Carmen vivió según Jehová hasta el final''

Con la misma fe como testigo de Jehová con la que Carmen vivió, la que le hizo dejar por escrito que no aceptaría una transfusión ni aunque le costase la vida, su familia no se permite ni siquiera caer en la pena del luto. "Estamos destrozados, pero sabemos que ella hubiera querido que siguiéramos transmitiendo nuestro mensaje, como ella hacía", dicen su marido y sus hijos.

el 16 sep 2009 / 06:22 h.

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Con la misma fe como testigo de Jehová con la que Carmen vivió, la que le hizo dejar por escrito que no aceptaría una transfusión ni aunque le costase la vida, su familia no se permite ni siquiera caer en la pena del luto. "Estamos destrozados, pero sabemos que ella hubiera querido que siguiéramos transmitiendo nuestro mensaje, como ella hacía", dicen su marido y sus hijos.

"Nosotros somos temerosos de Dios. Obedecemos a Dios y al César, pero si entran en contradicción, obedecemos a Dios. Ocurre con la guerra, a la que los testigos de Jehová no acudimos, y también con la sangre. No podemos recibirla porque es la ley de Dios", explicaba esta tarde Juan Manuel Vázquez, el marido de Carmen Ruiz, de 61 años, fallecida el sábado tras un accidente de tráfico. Con una entereza inusual destaca la firmeza de la fe de su esposa y sus ganas de vivir. La familia se ha sentido molesta de que ese amor por la vida se haya puesto en duda por su decisión de no aceptar una transfusión de sangre, como ordena su religión.

Carmen, madre de nueve hijos y abuela de 17 nietos, sevillana del Cerro del Águila crecida en el barrio de Santa Cruz, iba en coche hacia la playa con su esposo y otra pareja, "para andar y que se le aliviara el dolor de piernas", cuenta su esposo. En la autovía Sevilla-Cádiz sufrió un accidente que le produjo serias lesiones internas. Fue operada sin recibir sangre, como había dejado escrito en el documento de voluntades anticipadas que facilita la Junta de Andalucía y que protege la ley.

Su familia asegura que una transfusión no la hubiera salvado, pero que ésa no era la cuestión: lo esencial, reiteran, era que Carmen "fue muy feliz e hizo muy felices a los demás viviendo como creyente, encontró el sentido de la vida en Jehová, e hizo lo que deseaba hacer".

A quien no entienda su decisión, su marido le ofrece "ayuda e información; nosotros hemos estudiado la Biblia y hemos visto que todo lo que decía se cumplía, por eso confiamos. Igual que confiamos en la Resurrección y en que nos reencontraremos con ella. Si no, al menos en mi caso, la vida perdería todo su color". En su lápida han inscrito el anuncio de la resurrección del Evangelio de Juan (5: 28-29).

Así era su vida, explica su marido, centrada en la oración y en "comunicar el mensaje a los demás, sobre todo a los que sufrían". Carmen no trabajaba y dedicaba muchas horas a estudiar la Biblia y luego visitar las casas de sus vecinos para transmitirles las enseñanzas de su religión.

Reunidos en casa de la hija mayor, Regla, para acompañar al padre, y revisando fotos de Carmen, la familia la recuerda "optimista y luchadora. Lo malo lo hacía bonito, levantaba cualquier situación, trabajaba hasta que los demás nos agotábamos sólo con verla", dice Regla, que destaca además que "estaba muy enamorada de mi padre, y mi padre de ella, de una forma que no ha sido normal. Ahora como madre aprecio mucho más que sacara a nueve hijos adelante".

En ese estilo de vida ellos encuentran un modelo que imitar, "pero no sabemos si podremos llegar a la altura de ella". Carmen fue quien introdujo el estudio de la Biblia en la familia. "Antes, cuando vivíamos en Barcelona, éramos... digamos que un poco libertarios, yo era un hippy", dice con una sonrisa su esposo, con quien estuvo casada "casi 40 años". Se conocían desde jóvenes, "pero quién me iba a decir a mí que iba a poder alcanzar a alguien como ella", dice su marido. En Barcelona ella empezó a estudiar la Biblia y ambos empezaron a vivir según sus mandatos hace más de 35 años, y esa fe permanecieron hasta el final, "porque es evidente que el mundo va mal e iría mejor si todos siguiéramos los dictados de Dios", insiste Juan Manuel.

Su dedicación estos últimos años eran su familia y sus amigos, "sobre todo la gente que necesitaba lo que ella les enseñaba, sus reflexiones sobre la vida". Por eso hace unos años se mudaron a Montequinto, donde hacían una vida mucho más de barrio, "con más sitios para pasear". Allí encontraron también una comunidad de testigos de Jehová en la que se encontraron cómodos. Ella ni siquiera quería coger vacaciones porque le costaba alejarse de su día a día, recuerda su marido.

Ahora, en un trance tan duro, no dudan de que hizo bien. "Y nos sostiene saber que tenemos que seguir adelante porque ella hubiera querido que tuviéramos entereza; Y también nos sostiene Jehová".

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