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Carmona enseña las joyas del convento de Santa Clara tras cinco siglos cerrados

En pleno centro de Carmona se emplaza el convento de Santa Clara. Rodeado de piedras milenarias, símbolo del esplendor que vivió antaño la ciudad, alberga joyas de la pintura y la arquitectura de Andalucía. Cinco siglos después abre sus puertas para mostrar un patrimonio hasta ahora reservado.

el 16 sep 2009 / 04:53 h.

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En pleno centro de Carmona se emplaza el convento de Santa Clara. Rodeado de piedras milenarias, símbolo del esplendor que vivió antaño la ciudad, alberga joyas de la pintura y la arquitectura de Andalucía. Cinco siglos después abre sus puertas para mostrar un patrimonio hasta ahora reservado.

Fue en 1460 cuando una bula del Papa Pío II aprobó construir el convento a petición de Teresa y Beatriz de Salcedo, que pasaron de formar parte de la orden Tercera de San Francisco a convertirse en clarisas. Desde ese momento las monjas son fieles a sus principios de caridad, pobreza y austeridad en este recinto situado en Los Alcores.

Entre finales del siglo XV y comienzos del XVI la edificación fue tomando forma. La duración de la construcción así como sus posteriores remodelaciones provocaron que el convento mezclara la arquitectura mudéjar con reminiscencias barrocas.

Tras cruzar una de las puertas que da acceso al convento, el visitante se encuentra con uno de los múltiples patios del recinto, desde los cuales se distribuyen las estancias. Eso sí, sorprende antes la fachada por su originalidad ya que consta de dos entradas diferentes, que correspondían a la obligación de que hombres y mujeres accedieran de forma separada para recibir los oficios. La obra es posterior a la fundación del convento ya que data de 1705, y corresponde a un proyecto del cantero Juan Antonio Blanco.

Pero sin duda la mayor joya es el templo. La iglesia adquirió entre los siglos XVII y XVIII la forma con la se la conoce en la actualidad. Consta de una nave rectangular con artesonado mudéjar en el techo. En una parte bien diferenciada resalta el retablo mayor, obra del arquitecto y escultor de Córdoba Felipe de Rivas en 1645. Dentro del recinto se pueden contemplar el coro alto, desde donde escuchaban misa los vecinos, y el coro bajo, lugar reservado para las clarisas y separado del resto por un enrejado.

En cuanto al conjunto pictórico, los muros del templo están flanqueados por 12 lienzos que representan a mártires y otros 10 cuadros de ángeles y arcángeles con ofrendas para Santa Clara. Destaca el detalle de la orientación de los cuadros que forman como una procesión que se dirige hacia el retablo mayor. Según algunos estudios, las obras pueden pertenecer a discípulos de Zurbarán.

El claustro lo forman dos plantas compuestas por arcos semicirculares que datan del primer tercio del siglo XVI. El patio central esconde bajo sus ladrillos un aljibe con tres bocas desde donde las hermanas recogían agua. Varias áreas de este claustro conservan casi intacta la yesería mudéjar original. También resaltan incrustadas en los muros pequeñas capillas con santos o vírgenes, como la Virgen de Gracia, patrona de Carmona. Dentro del claustro y, en concreto, en el obrador, se elaboran los dulces de las clarisas. Esas joyas para el paladar son cada vez más reclamadas por vecinos y foráneos que contribuyen al sustento de las hermanas.

Por su parte la torre con el mirador se erigió en el siglo XVIII con la llegada al poder de los Borbones y la nueva cultura urbana que conllevó. Esta torre se organiza en cuatro niveles, siendo los dos primeros independientes del resto del convento y los dos siguientes conectados con el sector de clausura mediante el coro alto. En estos últimos niveles las ventanas están protegidas por tupidas rejas de hierro. Por último, una estrecha escalera de caracol conduce hasta la buhardilla, punto más alto del convento, desde donde se divisan todas las torres de Carmona.

Con estas pinceladas de sobriedad y belleza no parece extraño que el convento sirviese de modelo para la construcción de otros recintos en la América durante las colonias. Más de cinco siglos llevan las clarisas viviendo aquí. Desde su fundación, el convento fue objeto de numerosas donaciones de familias nobiliarias. De hecho, está emplazado en unos terrenos que pertenecían al palacio que tenía la familia Ponce de León. La cantidad de propiedades y enseres legados por esos fieles hicieron de Santa Clara la comunidad más rica de Carmona y de las más pudientes de Andalucía.

Los muros del Evangelio y la Epístola del presbiterio estaban ocupados por unos lienzos de Juan Valdés Leal. Obras como El obispo de Asís entregado la palma a Santa Clara, La profesión de Santa Clara, El milagro de Santa Inés, Santa Clara deteniendo a los sarracenos y La muerte de Santa Clara fueron adquiridas por Jorge Bonsor en 1910. El descubridor de la necrópolis de Carmona restauró las telas y las recortó alterando su formato. Tras su muerte, los herederos vendieron algunas piezas al fundador de la Hispanic Society of America, Archer Huntington, que después las cedió al Ayuntamiento de Sevilla, su propietario actual. Con la apertura al público del convento dos de esas piezas volvieron y seguirán aquí al menos un mes.

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