Cultura

Carsen sitúa a su Salomé en Las Vegas

El Teatro Real estrena el día 11 la ópera más ‘kitsch’ de Strauss.

el 06 abr 2010 / 18:54 h.

Robert Carsen y Jesús López Cobos, en rueda de prensa.

Salomé no es una ninfa monstruosa que merece morir por empeñarse en tener la cabeza de Juan el Bautista sino una víctima de la perversión y por eso Robert Carsen ha situado la ópera de Strauss, que estrena el Real el día 11, en un casino de Las Vegas, un sitio "tan bíblico y tan kitsch" como la obra.

Salomé, estrenada en Dresde en 1905, es "exagerada" y "kitsch" porque así nació de la pluma de Oscar Wilde y así la quiso componer Richard Strauss, según explicó ayer el director artístico del Teatro Real, Antonio Moral, su director musical, Jesús López Cobos, y el propio Carsen, que se encarga de la dirección de escena como ya hizo en este coliseo con Katia Kabanova y Diálogo de Carmelitas.

Moral subrayó en varias ocasiones que Carsen, "a diferencia de otros muchos que sólo buscan epatar haciendo una y otra vez lo mismo", es un director "que no se repite" y alabó su "metáfora del mundo insustancial que representa Salomé con una visión excesiva en todos los aspectos".

De tal calibre le parece su talento y profesionalidad, ha confesado, que "sólo" por colaborar con él en esta producción y en las dos anteriores ya le ha merecido la pena trabajar estos años para el Real.

Para este montaje, coproducido por este teatro, el Maggio Musicale de Florencia y el Teatro Regio de Turín, donde se ha estrenado, se podrá ver por primera vez en una ópera en el Real a la "excepcional" Nina Stemme y en el de Herodías a Doris Soffel, "un animal escénico y absolutamente extraordinaria", según Moral.

Salomé es para Carsen una obra prodigiosa que gira en torno a una familia "disfuncional", la que forman Salomé, su madre, Herodías, y su padrastro, Herodes, asesino de su padre y un "pedófilo" obsesionado con ella.

Todo lo que hace Salomé, una adolescente sin metas en el mundo superficial y pervertido en el que vive, es "una respuesta" a lo que le rodea y su fijación con Juan el Bautista, que denuncia el pecado que sus padres han cometido, es porque ve que él es el único con "fibra moral" y quiere ver hasta dónde es capaz de llegar.

Por esa razón ha querido que su streptease de la "danza de los siete velos" sea más psicológico que físico: "Hay desnudos pero no son exactamente los que podrían esperarse", advierte el director canadiense.

La exageración de la obra de Wilde, que quiere con su tráfago de sexo, ruindad moral y necrofilia escandalizar a la sociedad victoriana, está trasladado al Cesar's Palace de Las Vegas, una "disneylandia del sexo y las sensaciones fuertes", porque Carsen lo ve "terriblemente bíblico".

La acción se sitúa en los sótanos del casino, lo que permite colocar "todo tipo" de elementos visuales romanos y egipcios, "como los que visten los empleados del Cesar's", y grandes cantidades de dinero.

Las actividades que ocurren en otros lugares del club se siguen por pantallas de seguridad, lo que permite el juego con vídeos en los que se apoya la trama.

López Cobos considera que esta obra de repertorio, que corresponde a la época en la que Strauss, "el gran impulsor de la ópera del XX", empieza a "flirtear" con las disonancias, es "genial" y tiene su clave musical en una frase de Salomé del final: "Si me hubieras mirado, me habrías amado... el misterio del amor es mayor que el misterio de la muerte".

El "gran problema" de esta ópera, "que no está hecha para chillar", es la cantidad de músicos que se precisan, 95, con lo que el foso está tan "ocupado" que él se queda a 25 metros del cantante que hace de Juan Bautista, algo así como "la cuadratura del círculo".

Es decir, explica, debe hacer grandes movimientos de brazos para que el intérprete le vea desde el escenario y procurar a la vez que la orquesta "no se anime" y apague las voces.

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