¿Cómo decirle que no me gustaría estar en su pellejo? Primero porque su paso por La Moncloa no será un camino de rosas, como sí suele serlo cuando las cosas del bolsillo, de la economía, andan bien, al pueblo dénle pan y circo, una verdad verdadera. Segundo porque, quizás muy a su pesar, pasará a la historia como el presidente de la tijera, la que aplicará, corta que corta, a las políticas sociales, ejecutando la dictadura de los mercados, en la creencia -me temo que insana- de que este proceder nos sacará de la crisis. Tercero porque defraudará, sí, defraudará, a muchos de los suyos, tanto de la vieja guardia como de los nuevos adeptos, cuando constaten cuán humillante para el orgullo patrio será rendir pleitesía a quien realmente manda en Europa, la alemana Angela Merkel -quien se cree que todos somos cigarra y ella una sola hormiga-, ya ni siquiera el francés Nicolas Sarkozy.
Cuarto porque, para satisfacer a la extrema derecha tan asentada en su partido, deberá abordar cuestiones muy delicadas (matrimonio gay, ley del aborto) cuyos debates, siempre polémicos, le entorpecerán su primerísima labor, la de solucionar el problema del desempleo. Y quinta porque, señor Rajoy, ni usted mismo sabe qué hacer para sacar al país del abismo, nunca hubo un programa electoral tan etéreo e inconcreto en materia económica, vendrán otros (banqueros, empresarios, especuladores) a imponérselo.
A los políticos se les va la fuerza por la boca y siguen resistiéndose a reconocer la evidencia hasta que ésta les da dos guantazos en la cara. No aprenden. Hasta hace sólo una semana el Gobierno saliente no ha admitido que ni la economía española ni el empleo crecerán como él esperaba. Para que se entienda, quitemos los rodeos: sin más actividad y trabajo los ingresos del Estado serán menores y difícilmente se podrá cumplir, pues, con el objetivo de déficit público, y si no es así, seremos intervenidos -aún más- como ya lo son Grecia, Irlanda, Portugal e Italia.
Como vivo en Sevilla, no puedo obviar la situación regional. Aquí la Junta de Andalucía, con elecciones a la vuelta de la esquina, sigue jugando a la política, con unas previsiones para el ejercicio 2012 cuanto menos optimistas, así hay que considerarlas a tenor de que el Ejecutivo central, por fin, acaba de admitir su error de cálculo. Juega, además, sobre la base de marcar distancias con usted, lo seguirá haciendo en un desesperado intento de evitar la debacle socialista en las autonómicas. Tome nota: la verdad, con sus cifras reales, señor Rajoy, que esté siempre por delante, tanto balbuceo a la hora de hablar, tanta inconcreción, tanto sí pero no, dejan entrever o que juega a las medias verdades, o que su programa, efectivamente, está oculto o que no tiene respuestas.
A lo que iba. Lo primero, estimado Mariano, concrete su programa económico y laboral, pues ayer quedó demostrado que los mercados no le han recibido precisamente con alfombra roja, quede ahí la lección número uno del principiante. Antes de ejecutar los recortes, mucho me temo que deje trasquilones, piense que quizás sería mejor poner antes patas arriba a las administraciones públicas y afrontar una de las mayores reformas pendientes de la economía española, basta ya de centrarnos en la laboral, elimine las duplicidades, que cuestan dinero, y las trabas administrativas para los emprendedores, que cuestan, además de dinero, la generación de empleo. Después, no caiga en la tentación de formar gobierno pagando favores y lealtades políticas, que es, sencillamente, lo que esperan de usted su equipo que le rodea y la vieja guardia, por mucho que se sientan defraudados, lo advertí al comienzo de esta carta, cuídese de los suyos.
Escoja a los mejores profesionales para cada una de las carteras ministeriales, sea dentro o fuera de su partido, y no se escude en la herencia socialista, aun siendo mala a más no poder, para justificar su propia inoperancia, miremos al futuro, no a las pinturas rupestres -tiene usted ganada hasta la mismísima Andalucía, así que no hace falta que haga sangre-. Y, por último, recuerde que los trabajadores no somos los causantes principales -alguna responsabilidad sí tenemos- ni tampoco los sindicatos -alguna responsabilidad también tienen, en ocasiones justifican lo injustificable, hay convenios colectivos en empresas públicas cuyas cláusulas claman al cielo-, así que, mi querido Rajoy, no ejerza el poder sólo al dictado de empresarios (patronales), banqueros y grandes fortunas.
Sin más cometido, le saluda el que firma. En Sevilla, un día después del 20-N, fecha que, por dos veces, nos trajo grandes cambios, el primero fue glorioso, el segundo está por ver.
Posdata. Con la extraña sensación de estar escribiendo la carta a un Rey Mago de barba en blanco y negro...