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Cartuja mantiene 52 pabellones de la Expo y levanta otros 34

El parque científico y tecnológico abrió el 13 de octubre de 1993 con 6 empresas. Hoy cuenta con 345 firmas y roza los 15.000 empleos.

el 11 oct 2013 / 21:50 h.

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"La apertura de Cartuja 93 llega en un momento no propicio para ningún proyecto industrial”. Así de tajante se mostraba días antes de la inauguración de lo que ahora es el Parque Científico y Tecnológico (PCT) Cartuja –que cumple mañana dos décadas– el presidente de la entidad en aquellos tiempos. Y es que el después de la Expo 92 no fue un momento precisamente dulce para la economía sevillana ni, como consecuencia de ello, para el empleo y las iniciativas empresariales. En cualquier caso, el parque nació con visión de futuro, un futuro que se demuestra, según el PCT, en que se han superado “ampliamente” los objetivos marcados tras su creación. El recuerdo de la Expo se mantiene vivo en la isla y también la demostración de que sus infraestructuras sirvieron para el desarrollo económico. 52 pabellones y edificios de los que existían en la cita universal siguen en pie gracias a la actividad de las empresas y administraciones públicas desarrollada en los últimos años en el parque. De ellos, 27 pertenecieron a países, compañías y organismos internacionales y nacionales que participaron en la muestra y que no fueron demolidos por las excavadoras. Los pabellones de Francia, Italia, Andalucía o Fujitsu son ejemplo de ello. En total, Cartuja cuenta con un total de 91 edificios, de los que 34 se construyeron a partir de la finalización de la Expo. isla-de-la-cartujaMirando al pasado, fue el 13 de octubre de 1993, con la celebración de la jornada Innovar la Innovación. Tecnópolis del futuro, cuando nació el PCT Cartuja, enclavado en un espacio “con unas condiciones infraestructurales de excelencia”. Se erigía como “un enorme atractivo para empresas y centros de investigación de la época”, indicó ayer una nota el PCT Cartuja. Ya lo dijo el entonces presidente de la Junta, Manuel Chaves, justo un día antes de su inauguración, en la celebración del primer año de la Expo: “Dejó una herencia importante para Andalucía y para Sevilla, sobre todo en el campo de las infraestructuras, a pesar de los agoreros, que fueron muchos”. A día de hoy, la recién nombrada directora general del parque, Teresa Sáez, que está empezando a conocer a fondo su realidad, destacó que “su objetivo inicial se ha cumplido y sigue cumpliéndose, ya que considero unos visionarios a quienes pensaron, nada menos que en 1989, que Cartuja tenía que nacer para convertirse en un medio de innovación tecnológica para Andalucía, rentabilizando de paso unos activos importantes, los de la Exposición de 1992. La rentabilización del recinto no sólo se ha ejecutado de manera excelente a nivel físico, urbanístico, sino, sobre todo, a nivel científico y empresarial”. La idea de reutilizar los activos de la Expo de 1992 para su uso como Parque Científico y Tecnológico no surgió después de que finalizara la gran cita universal. Este proyecto se estaba meditando desde 1986. Así, en el Esquema de Ordenación del Área de Actuación Urbanística de La Cartuja, formulado ya en ese año por la Consejería de Obras Públicas, se hablaba del recinto como “un gran parque metropolitano equipado y en el que preferentemente se integren equipos culturales, recreativos, deportivos, científicos y docentes”. Fue en 1989 cuando la Junta encargó a un grupo de especialistas de las Universidades de Sevilla, Málaga y Autónoma de Madrid, así como de la Sociedad Expo’92, el Proyecto de Investigación sobre Nuevas Tecnologías en Andalucía (Pinta), bajo la dirección de Manuel Castells y Peter Hall. En el proyecto se incluye como actuación singular Cartuja 93 como propuesta de creación de un medio de Innovación Tecnológica para Andalucía en el recinto de la Expo. Un año antes, en 1988, la Sociedad Estatal de la muestra había planteado a los países y empresas participantes la posibilidad de construir pabellones permanentes, siempre que su utilización posterior se integrase en un conjunto científico y tecnológico. En marzo de ese año esta sociedad editó el trabajo Un nuevo modelo de Exposición, donde se establecía como uno de los objetivos básicos la optimización de las redes de infraestructuras avanzadas como “un atractivo emplazamiento para centros de investigación y difusión científica y de empresas innovadoras de alta tecnología”. Se dejaron a un lado los criterios de mera rentabilidad y se pensó en el futuro: actividades a englobar bajo el concepto de Parque Científico y Tecnológico. La demanda acompañó el éxito inicial del proyecto, ya que la sociedad gestora duplicó la oferta inmobiliaria prevista inicialmente y en un periodo, además, de incipiente crisis económica, a mitad de los años 90. Cartuja 93 –desde 2010 denominado PCT Cartuja– nació con seis empresas y con 28 en fase de instalación. Sus primeros gestores calcularon que, con el recinto a pleno rendimiento, podría generar un empleo directo de 3.000 trabajadores. Estas previsiones, 20 años después, se han superado ampliamente. Así, el PCT Cartuja está conformado en la actualidad por 345 empresas y entidades, que generan casi 15.000 puestos de trabajo y una actividad económica cercana a los 1.900 millones. En cualquier caso, no vive su mejor momento. En 2010, y a pesar de que España ya estaba sumida en la crisis, el parque consiguió superar el listón de los 15.000 empleados y llegó a los 1.912 millones de facturación. “Indudablemente no hemos estado ajenos a la crisis. El nivel de facturación del conjunto empresarial del PCT Cartuja se ha resentido, pero no demasiado. No obstante, según explican los mismos empresarios, han sido capaces de sacrificar su actividad económica por su principal activo: el capital humano”, asevera Teresa Sáez. Señala como uno de los grandes logros de estos años la instalación de empresas locales. “Cuando se nos vino encima la crisis de mediados de los 90, las multinacionales sobre las que se creía que el PCT Cartuja iba a depender se marcharon a otros lugares, provocando un sentimiento de frustración. Sin embargo, empresarios locales y profesores universitarios con sus spin-off apostaron por este lugar. Ocuparon pabellones emblemáticos y, año tras año, crecieron, pasando a convertirse en las empresas tractoras”.

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