Cultura

Castella, primera puerta grande de San Isidro

Nada hay más democrático que una plaza de toros. Y como tal, la mayoría siempre gana. Y la mayoría quiso que Castella, pletórico de ganas y de actitud, saliese a hombros. Una oreja en cada toro, pedida con mayoría, le llevaron en volandas camino de la calle de Alcalá.

el 16 sep 2009 / 02:45 h.

Nada hay más democrático que una plaza de toros. Y como tal, la mayoría siempre gana. Y la mayoría quiso que Castella, pletórico de ganas y de actitud, saliese a hombros. Una oreja en cada toro, pedida con mayoría, le llevaron en volandas camino de la calle de Alcalá.

Llegaron las figuras y la feria tomó otro rumbo. A la octava se llenó la plaza, llegó el clavel a la sombra y hasta se aprovecharon las pocas opciones de una corrida de Garcigrande muy desigual, muy mansa y muy aburrida, según informa Burladero.com.

Pero quiso la fortuna que los dos toros que más se movieron en la corrida cayesen juntos en el lote de Castella. Y quiso también la tarde que el francés se viniese arriba, con ganas y entrega total en ambos. No hubo faena completa, redonda ni limpia, pero la actitud se sobrepuso a todo.

Aunque la mejor serie llegó con la mano diestra en el quinto, la mejor actuación fue con el segundo. El burraquito Peregil, chico y muy protestado con razón, huyó de casi todo. Antes, durante y al final de la faena. Hasta coces pegó. Pero resulta que el burraquito, cuando quiso tomar la muleta, la tomó bien. Quizá por eso entraron en quites Talavante y Castella. El primero por gaoneras y el segundo por chicuelinas.

Sus compañeros de cartel, Talavante y Morante, pasaron entre silencios y pocos detalles. Los lotes fueron infumables, mansos y bajos de raza hasta decir basta. El que abrió plaza duró un mini suspiro y Morante lo intentó, molestado por el viento, al abrigo de tablas, donde dejó algunos buenos muletazos por el derecho.

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